Historia para Luz & Victoria
Era un día soleado en el hermoso campo de Floresalegre, donde el aire olía a flores frescas y el canto de los pájaros se mezclaba con la suave brisa. Luz y Victoria, dos mejores amigas, exploraban el campo como lo hacían todos los días. Luz, con su cabello largo y marrón brillando bajo el sol, sonreía mientras saltaba entre las flores. Sus ojos azules reflejaban la alegría del día. A su lado, Victoria, con su cabello rizado y pelirrojo, reía mientras intentaba atrapar a una mariposa. Sus ojos verdes brillaban como hojas recién nacidas.

—¡Mira, Luz! —exclamó Victoria, señalando la mariposa—. ¡Es tan hermosa!
—Sí, y me encantaría cantar una canción para ella —dijo Luz, y comenzó a cantar una melodía suave que llenaba el aire de magia.
De repente, un aire frío sopló por el campo, y las risas de las niñas se detuvieron. Una extraña niebla comenzó a cubrir las flores y los árboles.

—¿Qué será eso? —preguntó Luz, mirando desconcertada la niebla que se acercaba.
—No lo sé, pero debemos averiguarlo —respondió Victoria, con un brillo de aventura en sus ojos.
Juntas, decidieron ir a buscar a su amigo, Greeny, el árbol. Greeny era un enorme árbol sabio, con tronco robusto y hojas verdes que brillaban al sol. Siempre les contaba historias sobre la naturaleza y les enseñaba a cuidar del campo.

Cuando llegaron al claro donde Greeny crecía, él las saludó con su voz suave.
—¡Hola, niñas! —dijo Greeny, sonriendo con sus hojas—. Veo que algo les preocupa.
—¡Greeny! —exclamó Luz—. Hay una extraña niebla cubriendo el campo. No sabemos de dónde viene.
Victoria asintió y añadió:
—¡Sí! ¿Puedes ayudarnos?

Greeny se inclinó un poco, como si pensara en su respuesta.
—Juntas, podemos descubrir su origen —dijo, lleno de sabiduría—. Pero debemos tener cuidado.
Justo en ese momento, las mamás de las niñas, Miryan y Julio, aparecieron en el claro. Miryan, con su cabello castaño y ojos dulces, miró a su hija con amor.
—¿A dónde van, chicas? —preguntó, con una voz suave.
—Estamos buscando el origen de la niebla —respondió Luz, un poco preocupada.
Julio, quien tenía el cabello corto y rizado, se acercó y les dijo:

—Es bueno cuidar nuestro campo. ¡Tengan cuidado!
Las niñas sonrieron y, unidas a Greeny, se adentraron más en el campo. La niebla se hacía más espesa, y el aire comenzó a oler diferente, como si algo no estuviera bien.
—¡Miren! —gritó Victoria, señalando un arroyo que humeaba—. ¡Esa agua parece sucia!

—Quizás eso la contamina —sugirió Greeny, con un tono grave.
Con el corazón latiendo rápido, decidieron seguir el arroyo. Mientras caminaban, notaron que el agua llevaba un color marrón y espeso. Pronto, llegaron a un lugar donde podían ver una fábrica lejana. De ella salía humo que se mezclaba con la niebla.
—Eso no es bueno —dijo Luz, apenada—. ¡Debemos hacer algo para ayudar a nuestro hogar!

Victoria miró a su amiga con determinación.
—¡Sí! Juntas, podemos hablar con los adultos de la fábrica. ¡No podemos dejar que contaminen nuestro campo!
Greeny asintió, sus hojas temblando con entusiasmo.

—Tienen razón, niñas. ¡La naturaleza necesita héroes como ustedes!
Y así, con un plan en mente, las tres amigas se prepararon para enfrentarse a lo que les esperaba…
El sol brillaba nuevamente sobre el hermoso campo, y las flores comenzaban a abrir sus pétalos, llenando el aire con su dulce fragancia. Luz y Victoria estaban sentadas en un suave prado de hierba, rodeadas por sus amigos: los animales del campo. Un pequeño conejo se acercó y se acomodó junto a Luz.
—Mira, Victoria, ¡nuestro amigo el conejo está feliz! —exclamó Luz, acariciando al conejito con cariño.

Victoria sonrió, sus rizos pelirrojos brillando con el sol.
—Sí, y todos los animales están alegres ahora que la niebla se ha ido. ¡Hicimos un gran trabajo!
Greeny, el árbol sabio, se movía suavemente con la brisa. Sus hojas brillaban como esmeraldas bajo la luz del sol.
—Estoy muy orgulloso de ustedes, chicas. Ustedes son verdaderas heroínas de la naturaleza —dijo Greeny con su voz suave.
Justo en ese momento, Miryan y Julio llegaron corriendo, con sonrisas de oreja a oreja.
—¡Chicas! ¡Escuchamos lo que hicieron! —gritó Miryan, abrazando a Luz con fuerza.
—Eres muy valiente, Luz. Y tú también, Victoria. ¡Ustedes salvaron nuestro hogar! —añadió Julio, abrazando a Victoria.

Las niñas se miraron, sus corazones llenos de alegría.
—No podríamos haberlo hecho sin nuestro amigo Greeny —dijo Luz, señalando al árbol.
—¡Sí! —exclamó Victoria—. Él nos guió y nos dio fuerzas.

Greeny sonrió, sintiéndose muy feliz.
—Cada uno de ustedes tiene el poder de cuidar la naturaleza. Siempre que trabajen juntos, ¡pueden hacer cosas maravillosas! —dijo Greeny, sacudiendo sus hojas con entusiasmo.
Los trabajadores de la fábrica, que habían escuchado el agradecimiento de las niñas, se acercaron y se unieron a la celebración. El jefe de la fábrica sonrió y dijo:
—Gracias a ustedes, nos hemos dado cuenta de que podemos hacer las cosas de manera diferente. A partir de hoy, comenzaremos a cuidar el aire y el agua. ¡No más contaminación!
Todos aplaudieron, y los animales comenzaron a saltar y a correr por el prado, llenando el campo con risas y alegría.
—¡Esto es increíble! —dijo Luz, mirando a su alrededor—. El campo está feliz de nuevo.
Victoria tomó la mano de Luz y sonrió.
—Y nosotros hicimos esto juntos. Siempre debemos cuidar nuestro hogar.

Miryan y Julio asintieron, llenos de orgullo por sus hijas.
—¡Exacto! —dijo Miryan—. Siempre que amemos y cuidemos la naturaleza, podremos vivir en armonía con ella.
Greeny, con su voz suave, dijo:
—Recuerden, siempre habrá desafíos, pero con amor, música y amistad, todo es posible.
Las niñas miraron a su alrededor, disfrutando del hermoso paisaje. Las flores bailaban en el viento y los pájaros cantaban en las ramas de Greeny.
—¡Vamos a celebrar! —gritó Victoria, saltando de alegría.
Todos se unieron, bailando y cantando, mientras el sol brillaba en lo alto. Luz y Victoria, junto a sus mamás y su amigo Greeny, sabían que siempre protegerían su bello hogar.
Y así, la historia de Luz, Victoria y Greeny se convirtió en una leyenda en el campo, recordando a todos que, cuando trabajan juntos, pueden hacer del mundo un lugar mejor. Y el campo, lleno de vida y risas, nunca olvidó lo que sucedió aquel día.