Historia para Elías

Era un día soleado en el País de las Maravillas. El cielo era de un azul brillante, salpicado de nubes blancas que parecían algodón de azúcar. Las flores en los jardines reían en tonos de rojo, amarillo y violeta, mientras que un suave viento susurraba secretos entre las hojas.
Elías, un niño de cinco años con cabello corto y negro, y ojos marrón oscuro, caminaba alegremente. Llevaba consigo un pequeño altavoz que reproducía suaves melodías, llenando el aire con música alegre. Le encantaban los animales, siempre soñando con bailar como los pájaros que volaban alto en el cielo.
Mientras exploraba, Elías dio un giro y se encontró frente a una puerta misteriosa, tallada en una enorme higuera. Era pequeña, con un pomo dorado que brillaba como el sol. "¿Qué habrá detrás de esta puerta?", pensó Elías, sus ojos brillando con curiosidad. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y, ¡zaz! Un destello de luz le envolvió.
Al cruzar, Elías se encontró en un jardín mágico. Todo era más colorido y vibrante que cualquier lugar que había visto. Las flores no solo estaban de pie; ¡bailaban en un ritmo suave! Mariposas de mil colores revoloteaban alrededor, mientras el aroma dulce de las flores llenaba el aire.
"¡Hola!", gritó una voz melodiosa. Era Alicia, una niña con un vestido azul que resplandecía bajo el sol. Tenía una diadema blanca que resplandecía como la luna. "¿Eres nuevo aquí?", preguntó con una sonrisa brillante.

"¡Sí! Me llamo Elías. Estoy explorando", respondió Elías, emocionado. "¿Y tú?"

"Soy Alicia. Me encanta este lugar y siempre estoy buscando nuevas aventuras", dijo ella mientras daba una vuelta, como si bailara al ritmo de la música que Elías había traído.
Juntos comenzaron a explorar el jardín, riendo y corriendo entre flores danzantes. De pronto, se encontraron frente a un gran hongo azul que parecía un trono. En la parte superior, había una Oruga grande y azul, con un cuerpo alargado y ojos brillantes que observaban con curiosidad. La Oruga estaba fumando una pipa de colores que liberaba pequeñas nubes de humo en forma de corazones.

"¿Qué quieren aprender hoy?", preguntó la Oruga con voz suave y profunda.

Elías, emocionado y lleno de ideas, exclamó: "¡Queremos hacer algo hermoso, como un tapiz!". Alicia asintió con la cabeza, sus ojos llenos de entusiasmo.
La Oruga sonrió, sus antenas moviéndose de un lado a otro. "Para tejer un tapiz, deben observar el mundo a su alrededor. ¿Están listos para un viaje?"
Elías y Alicia intercambiaron miradas llenas de emoción. "¡Sí!", gritaron al unísono.
Así comenzó su aventura. La Oruga, con movimientos suaves y elegantes, comenzó a guiarlos a través de los senderos del jardín. "Miren bien", decía la Oruga, "las flores que bailan, los árboles que susurran... ¡todo tiene una historia que contar!".
Mientras avanzaban, Elías y Alicia vieron un espectáculo maravilloso. Las flores se movían al ritmo de la música, creando un espectáculo de colores. Un pequeño ciervo con manchas saltaba entre los árboles, mientras un grupo de pájaros cantores llenaba el aire con dulces melodías. Todo parecía mágico.
Sin embargo, en medio de la alegría, algo inesperado ocurrió. Una sombra se deslizó sobre ellos. Era un gran gato de Cheshire que apareció con una sonrisa traviesa. "¿Qué hacen aquí, pequeños exploradores?", preguntó, sus ojos brillando con picardía.
Elías sintió un escalofrío de emoción. "Estamos aquí para aprender y crear un tapiz", respondió, un poco nervioso.
El gato sonrió aún más. "¿Un tapiz? Eso suena divertido. Pero, ¿están preparados para enfrentar un desafío? En este jardín, no todo es lo que parece".

Alicia frunció el ceño, intrigada. "¿Qué tipo de desafío?"

El gato de Cheshire se estiró y dijo: "Solo los que puedan encontrar los colores más raros y hermosos podrán tejer el tapiz que desean. Deben buscar en lugares inesperados".
El corazón de Elías comenzó a latir más rápido. "¡Estamos listos!", afirmó, decidido.
La Oruga asintió, su expresión sabia. "Este será un viaje de descubrimientos. ¡Comencemos!".
Así, Elías y Alicia se prepararon para su gran aventura, sin saber que los colores que buscarían serían más que simples matices. Serían lecciones sobre la amistad, la alegría y el valor de trabajar en equipo.
Y así, con el gato de Cheshire sonriendo en la distancia y la Oruga guiando sus pasos, sus corazones palpitaban con emoción por lo que estaba por venir. ¿Qué descubrimientos les esperaban en este jardín lleno de maravillas?
El sol brillaba con fuerza en el País de las Maravillas mientras Elías y Alicia se preparaban para su aventura. La Oruga, con su cuerpo azul y su pipa de colores, les miraba con una sonrisa sabia en su rostro.
"Recuerden, pequeños amigos", dijo la Oruga, "los colores más raros están escondidos en los lugares más inesperados. Solo aquellos que se atrevan a buscar, los encontrarán."
Elías asintió, sintiendo que su corazón latía con emoción. "¡Estamos listos! ¿Por dónde empezamos?" preguntó con entusiasmo, mirando a su alrededor.
"Sigamos el camino de las flores que cantan", sugirió Alicia, apuntando a unas flores amarillas que se movían suavemente al ritmo de una melodía alegre. Las flores parecían bailar, y con cada paso que daban, Elías y Alicia sonreían más y más.
Mientras caminaban, las flores les susurraban canciones sobre el viento y el sol. "¡Qué bonito es este lugar!" exclamó Elías, dando saltitos. Alicia sonrió. "¡Sí! ¡Es como un sueño!"
Al llegar a un claro, encontraron un árbol enorme con hojas de todos los colores del arcoíris. "¡Mira, Elías! ¡Las hojas son de colores raros!" exclamó Alicia, asombrada. Elías miró hacia arriba y vio que algunas hojas brillaban como estrellas.
"Sí, ¡podemos recoger algunas para nuestro tapiz!" dijo Elías, estirando su manita para alcanzar las hojas brillantes. Con cuidado, recogieron las hojas que más les gustaban, riendo mientras lo hacían.
"Pero, ¿y si tenemos que buscar más colores?", preguntó Alicia, un poco preocupada. "El gato de Cheshire dijo que había que encontrar los colores más hermosos."
"¡Sigamos buscando!" respondió Elías con determinación. "¡Deberíamos ir al río! A veces el agua tiene colores mágicos."
Así que, con una nueva meta, se dirigieron hacia el río. Al llegar, el agua relucía como un espejo, reflejando el cielo y los árboles a su alrededor. "¡Mira, el río es azul y verde!", gritó Elías, emocionado.
"¡Y tiene burbujas de colores!", añadió Alicia, señalando pequeñas burbujas que flotaban en la superficie. "¡Podemos atraparlas!"
Juntos, comenzaron a saltar y a jugar cerca del agua, tratando de atrapar las burbujas con sus manos. Cada burbuja que lograban atrapar parecía tener un color diferente. "¡Qué divertido!" reía Elías, mientras una burbuja roja se escapaba de sus dedos.
Finalmente, después de jugar, recogieron algunas burbujas que se habían quedado atrapadas en sus manos. "Esto será perfecto para nuestro tapiz", dijo Alicia, sonriendo con satisfacción.
Con su colección de colores, regresaron donde la Oruga, que estaba esperándolos con una expresión de orgullo. "¿Encontraron los colores raros?" preguntó.
"¡Sí! ¡Mira!" exclamó Elías, mostrando las hojas y las burbujas. La Oruga, con su voz suave, les dijo: "Estas son maravillas. Cada color tiene su propia historia. Ahora, es tiempo de tejer."
En un rincón soleado del jardín, la Oruga les mostró cómo entrelazar los hilos. "Recuerden", decía mientras guiaba sus manos, "cada nudo es una nota en la canción del tapiz." Elías y Alicia se concentraron, riendo y bailando mientras tejían cada parte de su obra maestra.
Cuando terminaron, se detuvieron a admirar su trabajo. "¡Es hermoso!" exclamó Alicia, sus ojos brillando de felicidad. El tapiz estaba lleno de colores vibrantes, cada uno representando su aventura: el azul del río, el amarillo de las flores, el rojo de las burbujas y las hojas brillantes del árbol.
La Oruga sonrió con satisfacción. "¡Qué maravilloso trabajo han hecho! Ahora, cada vez que miren su tapiz, recordarán este día lleno de alegría y amistad."
Con una sonrisa en sus rostros, Elías y Alicia se despidieron de la Oruga, prometiendo regresar para más aventuras. "Gracias por enseñarnos a tejer y a encontrar la belleza en el mundo", dijo Elías.

"Sí, ¡gracias!" agregó Alicia, mientras el viento suave mecía sus cabellos.

Al salir del jardín, Elías sintió que su corazón estaba lleno de felicidad. Había hecho una nueva amiga, aprendido algo valioso y sabía que siempre podría contar con la Oruga para más aventuras.
Y así, con el sol brillando y el canto de las flores en sus corazones, Elías y Alicia se marcharon, listos para explorar el mundo juntos, porque en el País de las Maravillas, cada día era una nueva oportunidad para descubrir cosas maravillosas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Sé el
protagonista
de tu
propia historia

Vertical Line
Download on the App StoreGet it on Google Play