Historia para Emil

En el barrio de Kontula, en la ciudad de Helsinki, un soleado día de primavera, Emil estaba sentado en su rincón favorito del jardín, con un libro abierto frente a él. Sus ojos marrón oscuro brillaban de emoción mientras leía sobre enormes máquinas que construyen edificios. El viento suave acariciaba su cabello negro, mientras los pájaros cantaban y las flores comenzaban a florecer. La primavera había llegado, y Emil sentía que todo era posible.
De repente, un fuerte ruido rompió la calma. Emil levantó la vista y vio algo increíble. Era Benny el Bulldozer, un enorme bulldozer amarillo brillante que parecía un monstruo amistoso. Benny rugió con su voz profunda y grave, haciendo vibrar el suelo: "¡Hola, Emil! ¡Ven a ayudarme en el sitio de construcción!". Emil sonrió con entusiasmo y dejó su libro a un lado. ¡Era el día perfecto para una aventura!
Mientras corría hacia el lugar, Emil se encontró con sus amigos. Miles Morales, un niño con una gran sonrisa y una capa que parecía volar, y Gwen, una niña valiente con un cabello rizado que saltaba y reía. Ambos llevaban cascos de seguridad que brillaban bajo el sol. "¿Qué vamos a hacer hoy?", preguntó Emil, emocionado.
"¡Estamos organizando un taller de seguridad!", respondió Miles, mientras se acomodaba su casco. "Queremos enseñar a los demás cómo estar seguros alrededor de las máquinas".
"¡Sí! ¡Eso es genial!", gritó Gwen. "Podemos hacer juegos y mostrarles cómo comportarse". Emil sintió que su corazón latía rápido; era una gran idea, y quería hacer que todos se divirtieran aprendiendo.
Los tres amigos se pusieron a trabajar. Benny movía su enorme pala, creando un espacio amplio para que todos pudieran reunirse. Con cada empujón de tierra, Benny sonaba tan feliz como un niño en un parque. "¡Vamos a mostrarles lo mejor de la seguridad!", rugió, levantando su pala como si celebrara un gol.
Pero mientras organizaban todo, algo inesperado sucedió. Un grupo de niños del vecindario se acercó, curiosos pero un poco inquietos. Algunos se reían, corriendo y saltando cerca de Benny. Uno de ellos, un niño pequeño, se resbaló y casi cae muy cerca de la poderosa máquina. Emil sintió que su corazón se detenía un segundo.
"¡Tienes que prestar atención!", gritó Emil con algo de miedo en su voz, recordando lo que había leído sobre la seguridad. Benny se inclinó un poco, su voz profunda resonando: "¡No te acerques a mi parte trasera sin permiso, pequeño amigo!". Emil vio los ojos del niño llenos de sorpresa, pero también entendió que era un momento importante. No solo tenían que divertirse, sino que también debían aprender a estar seguros.
"¡Vamos a mostrarles cómo hacerlo bien!", dijo Emil, reuniendo su coraje. Decidido a no rendirse, comenzó a explicar a los demás por qué era importante mantener la distancia y prestar atención, mientras sus amigos Miles y Gwen ayudaban a hacer los ejercicios prácticos.
A medida que continuaban con sus actividades, Emil se dio cuenta de que algunos niños aún se distraían, riendo y corriendo entre ellos. Y en ese momento, la responsabilidad de mantenerlos a salvo pesaba sobre sus pequeños hombros. No importaba cuántos problemas enfrentaran, Emil sabía que tenían que intentar de nuevo, y que aunque todo se sintiera un poco complicado, ¡nunca se podían rendir!
Era una hermosa tarde en el barrio de Kontula, en Helsinki. El sol se estaba poniendo, pintando el cielo de colores naranjas y rosas. Emil, Miles, Gwen y Benny el Bulldozer estaban emocionados por el éxito de su taller de seguridad. Habían aprendido mucho y se sentían como verdaderos héroes.
"¡Todo salió genial!", exclamó Gwen, saltando de alegría. "Los niños aprendieron a mantenerse alejados de la maquinaria y a ser cuidadosos".
"Y también aprendieron a divertirse mientras lo hacían", agregó Miles, sonriendo mientras se quitaba el casco de seguridad.
Benny, que había estado escuchando con su gran sonrisa, miró a los niños. "¡Estoy muy orgulloso de ustedes! Hicieron un gran trabajo", dijo con su voz profunda. "Pero siempre recuerden: la seguridad es lo primero".
Emil, con su cabello negro brillando al sol, se sintió lleno de energía. "¡Sí! Y aunque fue difícil al principio, nunca nos rendimos. Eso es lo más importante", afirmó, recordando los momentos en que todos se distrajeron.
De repente, un niño que había estado un poco callado se acercó a ellos. Era el mismo niño que casi se cayó cerca de Benny. Emil lo miró con amabilidad. "¿Te gustó el taller?", le preguntó.

"Sí", respondió el niño, un poco tímido. "Pero me asusté cuando casi me caí".

Emil se agachó a su altura. "A veces da miedo aprender cosas nuevas. Pero lo bueno es que podemos intentarlo de nuevo y ser más cuidadosos. Nunca debemos rendirnos, ¿verdad?".
El niño asintió, una sonrisa comenzando a aparecer en su rostro. "¡Sí! Quiero aprender más sobre seguridad", dijo con más confianza.
"¡Perfecto! Entonces, volveremos a hacerlo", dijo Gwen, emocionada. "Podemos hacer más juegos y practicar juntos".
Benny agitó su pala y sonrió. "Y yo estaré aquí para ayudarles siempre. ¡Los bulldozers somos fuertes y siempre listos para trabajar en equipo!".
Emil miró a sus amigos y luego al grupo de niños que se había reunido a su alrededor. "Entonces, hagamos un trato: todos prometemos nunca rendirnos y siempre aprender juntos sobre seguridad, incluso si a veces es difícil".
Los niños del barrio comenzaron a aplaudir y a gritar "¡Sí!". Emil sintió que su corazón se llenaba de alegría. Había logrado reunir a todos, y eso era un gran logro.
Cuando el sol finalmente se escondió detrás de los edificios, Emil, Miles, Gwen y Benny se despidieron. "Hasta la próxima", gritó Emil mientras Benny movía su pala en señal de despedida.
En ese momento, Emil se dio cuenta de que habían creado algo especial. No solo un taller, sino un grupo de amigos que aprendían juntos. Y mientras caminaban de regreso a casa, Emil pensó: "Cada día es una nueva oportunidad para aprender. Nunca debemos rendirnos".
Así, con risas y grandes sueños, Emil y sus amigos continuaron su camino hacia nuevas aventuras, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier desafío.
Y así termina nuestra historia, recordándonos que en la vida, aunque a veces las cosas se pongan difíciles, siempre hay que seguir adelante y nunca, nunca rendirse.

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