Historia para Mariam, Michael, Ana

### La Navidad del Grinch
En una pequeña aldea llamada En Casa, donde la nieve cubría todo como un manto blanco, la Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Las luces brillaban en cada ventana, y en cada calle, los villancicos sonaban alegres, llenando el aire con un aroma a galletas recién horneadas y chocolate caliente. Sin embargo, en lo alto de una colina, en una cueva solitaria, vivía el Grinch. Era un ser verde y peludo, con una expresión huraña que encajaba perfectamente con su corazón endurecido.
El Grinch se asomaba de vez en cuando a la ventana de su cueva, con sus ojos que brillaban con desdén cada vez que escuchaba las risas y canciones provenientes del pueblo. “¡Bah, humbug!”, gruñía con rabia. Pero en el fondo, había algo que lo atormentaba: un pequeño deseo de ser parte de aquella alegría, aunque él mismo no lo supiera.
Mientras tanto, en En Casa, una niña de 8 años llamada Mariam jugaba en la nieve con su amigo, Michael, un hombre de 40 años que adoraba los coches de carreras. “¡Mira cómo puedo hacer un muñeco de nieve en forma de gato!”, exclamó Mariam, mientras esculpía la nieve con destreza. Su risa era contagiosa y llenaba de vida el aire helado. Michael, aficionado a los autos, añadió: “¡Y yo haré un coche de carreras! ¡Un coche que nunca se detiene!”
Ana, la madre de Mariam, solía contarle historias sobre elefantes mientras preparaba la cena. “Mariam, ¿sabías que los elefantes son los animales que más cuidaban a sus familias?”, le decía mientras revolvía la olla. La abuela Luz, con su cabello canoso y una sonrisa que iluminaba incluso los días más nublados, siempre decía: “La Navidad es una época para dar amor”.
Fue un día especial cuando Mariam escuchó un rumor sobre un proyecto comunitario en el que todos los habitantes de En Casa se unirían para ayudar a los menos afortunados durante la Navidad. “¡Vamos a hacer algo grandioso! ¡Podemos dar regalos a los niños que no tienen nada!”, animó Mariam a sus amigos. “¡Sí, sí! ¡Eso suena maravilloso!”, respondió Michael, entusiasmado.
Esa tarde, mientras estaban en el parque, notaron que el Grinch también se acercaba, vestido con un disfraz que apenas le quedaba. “¡No puedes estar aquí!”, exclamó Mariam, con los ojos muy abiertos al ver al extraño ser. “¡Walsh! ¡Adiós, hasta nunca!”, añadió, tratando de huir. Sin embargo, el Grinch, con voz temblorosa, respondió: “Solo… solo quiero ayudar”.
Los niños se miraron entre sí, confundidos. “¿Ayudar? ¡Pero tú siempre haces cosas malas!”, gritó Mariam, recordando todas las historias que había escuchado sobre el Grinch. El Grinch se encogió, sintiendo cómo el frío se apoderaba de su corazón.
A medida que el proyecto comunitario avanzaba, los malentendidos se acumularon. Los niños pensaban que el Grinch estaba tratando de arruinar todo, mientras que él, con su disfraz que se caía a pedazos y una bolsa llena de cosas que no entendía, se sentía cada vez más confundido. “No… no lo entiendo, solo quería ayudar”, murmuró el Grinch, mientras miraba a los niños reírse y trabajar juntos.
Pero, de repente, un giro inesperado ocurrió. En medio de la confusión, alguien tropezó con una caja llena de decoraciones navideñas. “¡Noooo!”, gritaron los niños al ver cómo las bolas de colores y las cintas doradas volaban, aterrizando en el sombrero del Grinch. “¡Ahora eres el rey de la Navidad!”, rió Michael, mientras Mariam no podía contener su risa.
El Grinch miró a su alrededor, sintiéndose algo incómodo, pero también divertido. “¿De verdad? ¿Soy el rey? ¡Nunca pensé que eso podría pasarme!”, dijo, intentando sonreír. A medida que se reían juntos, algo mágico comenzó a suceder. Poco a poco, el Grinch se dio cuenta de que podía ser parte de la diversión, y, por primera vez, algo en su corazón empezó a cambiar.
Continuará...

### El Grinch y la Magia de la Navidad
Era la nochebuena en En Casa, y la nieve brillaba como diamantes bajo la luz de la luna. Todos los niños estaban emocionados, esperando el momento de compartir sus regalos. El aire estaba lleno de risas, y el aroma de galletas recién horneadas flotaba alrededor, mientras la gente decoraba sus casas con luces brillantes y adornos coloridos.
Mariam, con su gorro de reno en la cabeza, se acercó al Grinch. “¿Estás listo para la sorpresa?” le preguntó con una gran sonrisa. El Grinch, que todavía llevaba su extraño disfraz y se sentía un poco nervioso, asintió lentamente. Aunque no estaba seguro de lo que pasaría, su corazón palpitaba con emoción.
“No te preocupes”, dijo Mariam, notando la nerviosidad del Grinch. “Seremos un gran equipo. ¡Esto va a ser divertido!” A su lado, Michael, Ana y su abuela Luz sonreían con ternura, alentando al Grinch a sentirse bienvenido.
—Sí, ¡serás el mejor rey de la Navidad que haya existido! —exclamó Michael, con una sonrisa burlona y un guiño. El Grinch no pudo evitar reírse. Había algo en la forma en que los niños lo miraban que le hacía sentir especial.
Mientras se preparaban para la sorpresa, Luz se acercó al Grinch con una galleta decorada. “Prueba esto, querido. A veces, el camino hacia el corazón se encuentra a través de una buena galleta”, dijo, ofreciéndole la galleta con una sonrisa cálida.
El Grinch tomó la galleta con cuidado, sintiendo que algo dentro de él se iluminaba. “¿Tú crees que puedo ser bueno?” murmuró, antes de probar un bocado. Los sabores de la canela y el chocolate fluían en su boca, y por primera vez, sintió un cosquilleo de alegría.
Justo en ese momento, Ana apareció con un brillante saco de regalos. “¡Es hora de repartirlos!”, dijo con entusiasmo. “Cada niño en el vecindario merece un regalo esta Navidad, incluso tú, Grinch”.
Los niños comenzaron a ayudar a cargar los regalos en trineos alegres, llenos de cintas y colores. A medida que el Grinch ayudaba, comenzó a entender qué significaba realmente la Navidad. Ayudar a los demás, hacer reír a la gente, era una alegría que nunca había experimentado antes.
Cuando finalmente llegaron al parque, el brillo de las luces navideñas les iluminó el rostro. Los niños del vecindario estaban allí, todos reunidos, riendo y jugando. El Grinch se sentía un poco nervioso, pero al mismo tiempo, había un fuego en su corazón que nunca había sentido.
—¡Sorpresa! —gritaron Mariam y sus amigos al unísono, mientras empezaban a repartir los regalos. El Grinch miró a su alrededor, observando cómo los niños sonreían y reían al abrir sus obsequios.
—Esto es increíble —dijo el Grinch, sonriendo genuinamente mientras un niño pequeño corría hacia él con un gran abrazo. “¿Me aceptas como amigo?” preguntó el niño con ojos brillantes. El Grinch se sintió abrumado, pero la calidez de ese abrazo llenó su corazón.
—Por supuesto —respondió el Grinch, sintiendo que un gran peso se aligeraba de su pecho. El amor y la alegría lo envolvían, y fue en ese momento cuando comprendió la verdadera magia de la Navidad: el poder de dar y compartir.
Mientras las risas continuaban, Mariam se acercó. “Grinch, ¿ahora entiendes por qué la Navidad es tan especial?” le preguntó.
—Sí, entiendo. —El Grinch respiró hondo, su corazón se sentía más ligero que nunca—. A veces, las personas solo necesitan un poco de amor… y un amigo. A partir de hoy, perdonaré a todos los que pensaron que era malo. Todos merecen una segunda oportunidad.
Los ojos de Mariam brillaron de felicidad. “¡Eso es!”, exclamó. “La Navidad se trata de perdonar y ser parte de la comunidad”.
Mientras la noche avanzaba, todos se unieron en un gran abrazo. Luz, con lágrimas de alegría, dijo: “Cuando abrimos nuestros corazones, encontramos más que regalos. Encontramos amor y amistad”.
El Grinch sonrió, sintiendo que por primera vez en su vida, pertenecía a algo mágico. Mientras compartían historias y risas, comprendió que el verdadero regalo de la Navidad era el amor que compartían todos juntos.
Y así, en esa mágica noche de invierno, en un pequeño pueblo llamado En Casa, el Grinch dejó de ser solo un extraño y se convirtió en un amigo querido. Todos aprendieron que a veces, lo más hermoso que se puede dar es dejar entrar a los demás en tu corazón y aprender a perdonar.
Desde aquel día, en En Casa, cada Navidad se celebraba con alegría, amistad y el recuerdo de un Grinch que descubrió que amar y ser amado era el mejor regalo de todos.
