Historia para Isabella

**Título: Isabella y Wally, la Gota de Agua**
Era una mañana soleada y alegre en el parque de atracciones de la ciudad. Isabella, una niña de seis años, caminaba de la mano con su maestro, el Sr. Verde. Isabella tenía el cabello largo y negro, y unos ojos marrón oscuro que brillaban como dos canicas de chocolate. ¡Le encantaba explorar y aprender cosas nuevas! Esa mañana, ella había llevado su cuaderno de dibujos, lista para plasmar sus ideas sobre el parque.
El aire estaba lleno de risas de otros niños, y el aroma a palomitas de maíz llenaba el ambiente. El Sr. Verde, con su camiseta verde brillante y su gorra que decía "Maestro de la Naturaleza", se detuvo frente a un gran cartel. "¡Niños! Hay algo muy importante que debemos hablar", dijo con preocupación en su voz.
Isabella miró al maestro con curiosidad. "¿Qué pasa, Sr. Verde?" preguntó, dejando caer su cuaderno.
"¡Las calles se inundan y los animales pierden sus hogares!", exclamó el maestro, moviendo las manos para enfatizar su preocupación. Isabella sintió un nudo en su estómago. No quería imaginar a los pequeños animales sin su hogar.
Justo en ese instante, algo brillante llamó su atención. Delante de ella apareció un destello de luz que crecía y giraba. Y, ¡sorpresa! Era Wally, la Gota de Agua. Tenía forma de una gota, con ojos alegres y una gran sonrisa.
"¡Hola, Isabella!" dijo Wally con una voz dulce y burbujeante. "¡No te preocupes! Vengo a ayudarte. ¡Vamos a crear un jardín de lluvia para ayudar a la naturaleza!" Isabella sintió un cosquilleo de emoción recorrer su cuerpo. ¡Un jardín de lluvia! Nunca había escuchado eso antes y le encantaba la idea.
"¿Un jardín de lluvia? ¿Cómo funciona eso?" preguntó Isabella, mientras sus compañeros de clase comenzaban a acercarse, curiosos.
"¡Muy fácil!", contestó Wally, dando un pequeño salto. "Los jardines de lluvia son especiales. Ayudan a que el agua se absorba en la tierra y así no se inunda la calle. Además, son como un hogar para muchos animalitos que necesitan un lugar donde vivir."
Los niños comenzaron a aplaudir con alegría. Isabella sonrió de oreja a oreja. "¡Sí! ¡Quiero ayudar! ¿Qué hacemos primero?"
Wally sacó un mapa mágico de su pequeño bolsillo, lleno de dibujos de flores y arbustos. "Necesitamos encontrar el lugar perfecto para nuestro jardín. Y luego, ¡a plantar! Pero también debemos decorarlo." Isabella pensó en sus colores y dibujos. "Podemos hacer banderitas de papel. ¡Será como un festival para las plantas!"
Mientras trabajaban, Isabella dibujaba los planos del jardín, llenos de colores vibrantes. Los niños estaban felices, riendo y creando hermosos dibujos en el suelo con tiza de colores. De repente, una nube oscura cubrió el cielo. El viento comenzó a soplar fuerte y un trueno retumbó en la distancia.
"¡Oh no! ¿Y si la tormenta arruina nuestro jardín?" preguntó uno de sus amigos, preocupado. Isabella miró a Wally, quien parecía sereno a pesar del estruendo.
"¡No te preocupes!", dijo Wally con una sonrisa tranquilizadora. "Nuestro jardín está hecho para ayudar en momentos como este. Solo necesitamos estar juntos y confiar en nuestra creación."
Isabella tomó aire profundo y se sintió valiente. "¡Vamos a proteger nuestro jardín!" Así, decididos y con el corazón lleno de esperanza, los niños se prepararon para enfrentar la tormenta. Pero, ¿qué les depararía la tempestad? ¿Podrían su jardín y Wally, la Gota de Agua, salvar el día?

La aventura apenas comenzaba…
Después de la gran tormenta, el sol comenzó a asomarse de nuevo entre las nubes. Los niños, llenos de curiosidad y un poquito de nerviosismo, fueron caminando hacia su jardín de lluvia. Isabella llevaba en su mano el dibujo que había hecho, con colores brillantes de flores y animalitos felices.
"¿Crees que nuestro jardín está bien, Wally?" preguntó Isabella, mirando al pequeño amigo que flotaba a su lado.
Wally sonrió con su brillo especial. "¡Claro que sí! Nuestro jardín tiene mucha magia, y lo cuidamos con tanto amor. Vamos a verlo juntos."
Al llegar, todos los niños se quedaron boquiabiertos. El jardín estaba intacto, lleno de flores frescas y coloridas que parecían bailar con la brisa. "¡Miren! ¡Brotes de flores nuevas!" exclamó uno de los chicos, saltando de emoción. Isabella se agachó y tocó una de las flores amarillas que se asomaba entre las hojas verdes.

"¡Es hermoso!" dijo, sonriendo. "Pensé que la tormenta lo había arrasado todo."
"Estas flores son fuertes, como ustedes," respondió Wally mientras se movía suavemente en el aire. "El jardín de lluvia ayuda a recoger el agua y a que las plantas crezcan. ¡Lo hicimos juntos!"
Los niños comenzaron a bailar alrededor del jardín, llenos de alegría. "¡Vamos a hacer banderitas para celebrarlo!" sugirió Isabella, llena de entusiasmo. "Como un festival para nuestras flores."
Mientras todos ayudaban a hacer banderitas de papel de colores, Isabella se dio cuenta de algo importante. "Wally, ahora entiendo. Nuestro jardín no solo ayuda a detener las inundaciones, también es un hogar para muchos animales."
"¡Exactamente!" asintió Wally. "Los insectos vendrán a visitar nuestro jardín, y las aves también querrán un lugar para descansar."
Los niños terminaron de decorar el jardín y se sentaron a descansar. El aire olía a tierra fresca y flores. "Nuestro jardín está lleno de vida," dijo uno de sus amigos mientras miraban todo lo que habían logrado.
"Y gracias a todos ustedes," agregó Wally, "el agua ahora tiene un lugar seguro para ir. Recuerden, cada gota cuenta. Siempre cuiden del agua, porque el agua es vida."
Isabella miró a sus amigos, todos sonriendo y disfrutando de su obra. "¿Quieren que volvamos a plantar más cosas?", preguntó emocionada.

"¡Sí!" gritaron todos al mismo tiempo.
Al día siguiente, los niños regresaron al parque de atracciones, decididos a aprender más sobre las plantas y los animales. Wally los guió a través de un nuevo proyecto para cuidar aún más su jardín de lluvia. Isabella se sintió como una verdadera princesa, no de un cuento de hadas, sino de un cuento real que ayudaba a la naturaleza.
Mientras se despedían, Wally les dio un último consejo: "Siempre recuerden, pequeños héroes, que cada acción cuenta. Si todos cuidamos de nuestro planeta, juntos podemos hacer grandes cosas."
Isabella sonrió, sintiendo que tenía un nuevo propósito. Mientras caminaban de regreso a casa, los pájaros cantaban alegremente, y la brisa suave les susurraba la melodía de la esperanza.
"¡Hasta pronto, Wally!" gritaron los niños, felices y emocionados por su próxima aventura.
Y así, con una gran sonrisa en sus rostros, Isabella y sus amigos sabían que juntos podían cuidar del mundo, un jardín a la vez.
