Historia para Luz Daniela

# Frosty y el Mensaje de Navidad

Era una fría mañana de diciembre, y la nieve cubría todo el pueblo con un suave manto blanco. Las casas estaban adornadas con luces brillantes y guirnaldas verdes. Todos los niños esperaban con emoción la llegada de la Navidad.
En una casa pequeña y acogedora, vivía una niña llamada Luz Daniela. Tenía cuatro años, ojos grandes y brillantes, y una sonrisa que iluminaba su rostro. Su perrita Negrita, una pequeña bola de pelaje negro, corría alrededor de sus pies, moviendo la cola con alegría.
—¡Mira, Negrita! —exclamó Luz Daniela, mirando por la ventana—. ¡Es un día perfecto para jugar en la nieve!
Justo entonces, su padre, Dani, entró en la habitación. Tenía una sonrisa calida y un gorro de lana que le hacía ver muy divertido.
—¿Listas para hacer un muñeco de nieve? —preguntó Dani, mientras acomodaba una bufanda roja sobre su cuello.

—¡Sí! —gritó Luz Daniela, saltando de emoción—. ¡Vamos a hacer a Frosty!

Con manos suaves y risas llenas de alegría, Luz Daniela, su hermana Victoria y su padre salieron al jardín. La nieve crujía bajo sus pies mientras comenzaban a apilarla. Negrita corría de aquí para allá, tratando de atrapar copos de nieve que caían del cielo como pequeños diamantes.
—¡Mira! —dijo Victoria, mientras colocaba una zanahoria como nariz—. ¡Frosty se ve muy feliz!
Luz Daniela sonrió y añadió dos piedras para los ojos y una vieja gorra de su papá en la cabeza del muñeco. Cuando terminaron, el muñeco de nieve era el más bonito de todo el vecindario.
—¡Hola, Frosty! —saludó Luz Daniela mientras le daba un abrazo. Pero, para su sorpresa, una voz suave respondió:

—¡Hola, Luz Daniela! ¡Soy Frosty! ¡Y tengo una misión muy especial!

Luz Daniela se quedó boquiabierta. ¿El muñeco de nieve podía hablar?

—¡Sí! —dijo Frosty, moviendo su sombrero—. Santa me envió con un mensaje especial para los niños de Casa de Papá.

Victoria, Dani y Negrita se acercaron, sorprendidos.

—¿Qué mensaje? —preguntó Victoria, entusiasmada.

—Santa quiere que todos los niños sean amables esta Navidad —dijo Frosty, con su voz mágica—. Cada vez que alguien hace una buena acción, la Navidad brilla un poco más.

—¡Eso suena increíble! —dijo Dani, sonriendo. —¿Quieres que te ayudemos?

—¡Claro! —respondió Frosty, con una gran sonrisa—. Necesito ayuda para llevar el mensaje a todos los rincones del pueblo.

Luz Daniela miró a su padre y su hermana. Sus ojitos brillaban de emoción.

—¡Vamos a ayudar a Frosty! —dijo con determinación.

Y sin dudarlo, tomaron la mano de Frosty y se unieron a su aventura navideña.

El aire estaba lleno de risas, y juntos comenzaron un recorrido mágico por el pueblo, llevando el mensaje de bondad y alegría, mientras la nieve caía suavemente a su alrededor.
—Recuerden —dijo Frosty mientras avanzaban—, cada pequeño gesto cuenta. Una sonrisa, un abrazo o ayudar a alguien, son regalos que todos pueden dar.
—¡Yo quiero hacer eso! —gritó Luz Daniela, saltando de alegría—. ¡Voy a ser muy amable!
Y así, llenos de entusiasmo, Luz Daniela, su familia y Frosty se pusieron en marcha, listos para esparcir el mensaje de Santa por toda la ciudad.

La aventura apenas comenzaba...

### Capítulo 2: La Nieve Traviesa

El día avanzaba, y la nieve seguía cayendo como si el cielo estuviera repartiendo pequeños copos de felicidad. Luz Daniela, Dani, Victoria, Negrita y Frosty caminaban por el pueblo, mostrando una gran sonrisa a todos los que veían. Las luces de Navidad parpadeaban y las risas de los niños resonaban en el aire frío.
—¡Mira! —dijo Victoria, señalando un grupo de niños jugando en el parque—. ¡Vayamos a ellos primero!
—¡Sí! —gritó Luz Daniela, corriendo hacia el grupo, con Negrita saltando a su lado.
Cuando llegaron, los niños estaban creando una gran bola de nieve. Luz Daniela saltó de emoción.
—¡Hola, amigos! —saludó—. ¡Estamos aquí con Frosty para compartir un mensaje de Navidad!

Los niños se detuvieron y miraron a Frosty con gran curiosidad.

—¡Hola, Frosty! —gritaron.

—¡Hola, pequeños amigos! —respondió Frosty—. Santa quiere que todos sean amables esta Navidad. ¿Qué tal si hacemos un muñeco de nieve juntos?
Los niños se miraron emocionados. De inmediato, comenzaron a reír y a trabajar juntos. Luz Daniela se unió a ellos, apilando la nieve y poniendo las mejores decoraciones. Frosty sonrió al ver cómo todos colaboraban, riendo y disfrutando del momento.
Pero de repente, un fuerte viento sopló, levantando la nieve del suelo. Unas nubes oscuras aparecieron en el cielo y, sin previo aviso, la nieve comenzó a caer en grandes copos. Era como si la nieve hubiese decidido jugar una broma traviesa.
—Oh no, ¡la nieve nos va a mojar! —gritó una niña, cubriéndose la cabeza con las manos.
—¡No se preocupen! —dijo Frosty, intentando mantener la calma—. ¡Vamos a hacer un refugio!
Con rapidez, Luz Daniela y los otros niños comenzaron a buscar ramas y otros objetos para protegerse. Dani ayudó a construir un pequeño refugio.

—¡Rápido! —dijo Dani—. ¡Todos adentro!

Cuando todos se metieron al refugio, la nieve continuó cayendo afuera. Luz Daniela miró a su alrededor, algo preocupada.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó.

Frosty, con su sonrisa brillante, dijo:

—A veces, las cosas no salen como planeamos. Pero eso no significa que no podamos seguir siendo amables. ¿Qué tal si aprovechamos este tiempo para pensar en cosas buenas que podemos hacer cuando la nieve se detenga?

Luz Daniela pensó un momento. Luego, levantó la mano emocionada.

—¡Podemos ayudar a los ancianos del vecindario! ¡Podemos limpiar sus caminos!

—¡Esa es una gran idea! —dijo Victoria, emocionada—. Y podemos llevarles galletas de Navidad también.
—¡Sí! —gritó Luz Daniela, saltando de alegría—. ¡Vamos a hacer que todos se sientan bien!
Mientras la nieve cubría el refugio, todos comenzaron a compartir ideas sobre cómo iban a ayudar. Esos momentos juntos los unieron aún más.
Al cabo de un rato, la tormenta comenzó a calmarse. Un rayo de sol apareció entre las nubes, iluminando la nieve como si fueran miles de pequeños cristales. El refugio estaba lleno de risas y planes.

—¡Miren! —dijo Dani—. ¡La nieve se está deteniendo!

Luz Daniela, Victoria, Negrita y Frosty salieron corriendo del refugio. El parque se veía mágico con la luz del sol brillando sobre la nieve recién caída.
—¡Tenemos que ir a ayudar ahora! —dijo Luz Daniela, mirando a Frosty—. ¿Estás listo?

—Siempre estoy listo para hacer algo bueno —respondió Frosty, guiñando un ojo.

Así que, con el corazón lleno de alegría y un nuevo propósito, Luz Daniela y sus amigos comenzaron su misión de hacer sonreír a todos en el pueblo. La Navidad estaba en camino, y ellos estaban listos para hacerla aún más especial.
La aventura continuaba, y con cada pequeño acto de bondad, la Navidad brillaba un poco más. Pero, ¿quién sabía qué sorpresas les deparaba el camino?

### Capítulo Final: La Magia de la Amabilidad

Luz Daniela miraba a su alrededor, emocionada. La nieve relucía como diamantes bajo el sol que había salido, y su corazón latía con fuerza mientras pensaba en la misión de bondad que tenían por delante.
—¡Vamos, amigos! —exclamó, llevando a Negrita de la correa—. ¡Primero vamos a la casa de la señora Luisa!
—¡Sí! ¡La señora Luisa siempre nos da galletas! —dijo Victoria, mientras daba saltitos de alegría.
Frosty sonreía. Sus ojos chispeaban con alegría, como si supiera que estaban a punto de hacer algo muy especial.
Caminaron por las calles del pueblo, saludando a los vecinos que les sonreían y les deseaban una feliz Navidad. Cada paso que daban los hacía sentir más alegres.
Cuando llegaron a la casa de la señora Luisa, tocaron la puerta. La señora Luisa, una anciana con cabello gris y unas gafas grandes, les abrió la puerta con una sonrisa.

—¡Hola, mis pequeños! —dijo—. ¡Qué sorpresita!

—¡Hola, señora Luisa! —respondió Luz Daniela—. Venimos a ayudarle a limpiar su camino. Y también le traemos galletas de Navidad.

La señora Luisa se sorprendió y sus ojos brillaron con lágrimas de felicidad.

—Oh, qué amables son. Siempre tan pensativos. ¡Gracias, gracias! —dijo ella mientras los invitaba a entrar.
Dentro de la casa, la señora Luisa les ofreció chocolate caliente y algunas galletas. Luz Daniela y Victoria se miraron, felices por la sorpresa. Negrita movía la cola, esperando un pequeño bocado.

—¡Es delicioso! —gritó Luz Daniela, disfrutando cada sorbo.

Luego de disfrutar el chocolate caliente, los niños, junto a Frosty, comenzaron a limpiar el camino. Usaron sus manos y algunas escobas que la señora Luisa les proporcionó. La risa llenó el aire mientras jugaban mientras trabajaban.

—¡Mira, se ve hermoso! —dijo Dani, admirando su trabajo.

—¡Con más amor, todo brilla! —dijo Frosty, y todos rieron.

Al terminar, la señora Luisa los abrazó con ternura.

—Gracias, pequeños ángeles. Han iluminado mi día —dijo, sonriendo con gratitud.

Sintiéndose felices, Luz Daniela y sus amigos continuaron su camino. Visitaban casas, ayudando a los ancianos, limpiando caminos y dejando galletas. En cada visita, la alegría crecía. La Navidad resonaba en cada risa y en cada “gracias”.
—¡Queda una casa más! —dijo Victoria, mirando su lista de tareas—. ¡La casa de don Pedro!
—Acelera, Negrita, vamos rápido —dijo Luz Daniela, tirando suavemente de la correa de su perrita.
Cuando llegaron a la casa de don Pedro, lo encontraron viendo por la ventana, solo y un poco triste. Al ver a los niños, su rostro se iluminó como un árbol de Navidad.

—¡Hola, don Pedro! —gritó Luz Daniela—. ¡Estamos aquí para ayudarle!

—¿De verdad? —preguntó don Pedro, sonriendo—. Eso me haría muy feliz.

Mientras limpiaban el camino, don Pedro les contaba historias de Navidad pasadas, llenas de magia y risas.
—Los buenos recuerdos son como estrellas en el cielo —dijo don Pedro con un guiño—. Siempre brillan.

Al terminar, don Pedro les dio un gran abrazo.

—Son unos niños maravillosos. Recuerden siempre que la amabilidad es un regalo que nunca se olvida.
Con los corazones llenos de alegría, Luz Daniela y sus amigos caminaron de regreso a casa, el sol comenzando a ocultarse en el horizonte.

En el camino, Frosty se detuvo.

—¿Sabían? Este es el mejor regalo que pueden dar en Navidad. La amabilidad siempre regresa a ustedes.

Luz Daniela sonrió y miró a sus amigos.

—Es cierto. ¡Hicimos una gran diferencia hoy! —dijo emocionada.

—¡Vamos a hacer esto cada Navidad! —declaró Victoria, saltando de alegría.

Cuando llegaron a casa, su padre Dani estaba esperándolos.

—¡Hola, campeones! ¡Los esperé para la cena! ¿Cómo fue su día?

—¡Increíble, papá! Ayudamos a muchos y repartimos alegría —dijo Luz Daniela, con los ojos brillando de emoción.
—¡Estoy tan orgulloso de ustedes! La Navidad trata de dar y compartir amor —dijo Dani, abrazándolos.
Esa noche, mientras la familia disfrutaba de la cena navideña y compartían historias, Luz Daniela miró por la ventana y vio cómo la luna iluminaba la nieve como un manto brillante.

—¡Mira, Frosty! ¡Hasta la luna está sonriendo!

—¡Así es! Y todos deben recordar que ser amables puede transformar el mundo en un lugar lleno de magia —respondió Frosty.
Desde aquel día, Luz Daniela, Victoria, Dani y Negrita aprendieron que en cada rincón del corazón hay espacio para la amabilidad. Y cada Navidad, su misión de repartir alegría se convirtió en una hermosa tradición.

Fin.

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