Historia para Eiden & Lucas

# El Verdadero Espíritu de la Navidad

En una casa moderna y brillante, llena de luces parpadeantes y adornos de colores, vivían dos niños muy especiales: Eiden y Lucas. Eiden tenía solo un añito y se pasaba el día explorando, mientras Lucas, que ya tenía cinco, siempre estaba lleno de energía y nuevas ideas. Juntos, hacían un gran equipo.
Una mañana fría y soleada, mientras la nieve caía suavemente por la ventana, Lucas miró hacia afuera y vio algo extraño. “¡Mira, Eiden!” dijo Lucas con una gran sonrisa. “¡El Grinch está ahí!”
El Grinch era un personaje curioso que vivía en la montaña. Con su gran cuerpo verde y su sonrisa traviesa, siempre parecía estar buscando algo. Pero esta vez, el Grinch no solo miraba, sino que parecía triste.
“¿Por qué estará triste?” preguntó Eiden, mientras Aisha, su perrita de suaves pelitos marrones, movía la cola a su lado.
“No lo sé,” respondió Lucas, frunciendo el ceño. “Quizás deberíamos invitarlo a nuestra casa. Quizás solo necesita un buen amigo.”
Así que, con un gran espíritu de aventura, Lucas y Eiden se pusieron sus abrigos y salieron al frío. Aisha, con su energía de siempre, corría adelante, ladrando con alegría.
“¡Grinch! ¡Grinch!” llamaron los dos niños al llegar a la montaña. El Grinch se dio la vuelta, y sus ojos grandes y amarillos brillaron cuando vio a los niños.

“¿Qué quieren?” preguntó el Grinch con su voz rasposa.

“¡Te invitamos a nuestra casa para Navidad!” exclamó Lucas emocionado. “No tienes que estar solo.”
El Grinch parpadeó, sorprendido. “No sé… Navidad no es muy divertida. Solo hay luces y regalos.”
Eiden, que todavía no hablaba mucho, hizo una mueca y levantó sus brazos, como si dijera: “¡Ven!”
“Pero en nuestra casa también hay risas y amor,” agregó Lucas. “¡Nosotros podemos tener fiesta juntos!”

Los ojos del Grinch se llenaron de curiosidad. “¿Risas y amor? ¿Qué es eso?”

“Es cuando todos son amigos y están felices,” respondió Lucas, sonriendo ampliamente. “Te prometo que en nuestra casa sentirás la alegría de la Navidad.”
El Grinch se quedó pensando. Nunca había sentido eso antes. “Está bien,” dijo al final, un poco tímido. “Voy a ir a su casa.”
Eiden aplaudió con emoción, y Aisha saltó alrededor del Grinch, como si lo conociera desde siempre. “¡Vamos!” gritaron los niños y comenzaron a caminar juntos, dejando huellas en la nieve.
Mientras avanzaban, Lucas le dijo al Grinch: “¿Qué es lo que más te gusta de la Navidad?”
El Grinch frunció el ceño de nuevo. “No lo sé… En realidad, nunca he pensado en eso.”
Eiden, que escuchaba atentamente, sonrió y señaló las estrellas que brillaban en el cielo. “¡Brillan como luces! ¡Son bellas!”

“Sí,” admitió el Grinch, mirando las estrellas. “Son bonitas.”

“En nuestra casa, haremos galletas y cantaremos canciones,” dijo Lucas, lleno de energía.

“¿Galletas?” repitió el Grinch, comenzando a sonreír. “Me gustan las galletas.”

A medida que llegaban a su hogar, Eiden, Lucas, Aisha y el Grinch comenzaron a sentir una chispa especial en su corazón. Quizás, solo quizás, la Navidad podría ser más que luces y regalos. Quizás, solo quizás, la verdadera alegría vendría de ser amigos.
Y así, los cuatro pasaron por la puerta de la casa de Eiden y Lucas, listos para descubrir el verdadero espíritu de la Navidad.

**Continuará...**

### El Verdadero Espíritu de la Navidad: Capítulo 2

En la cálida casa de Eiden y Lucas, el aire olía a galletas recién horneadas y a canela. La luz de la chimenea parpadeaba y los adornos de Navidad brillaban como estrellas en el cielo. Era un lugar lleno de risas y amor.
“¡Bienvenido, Grinch!” dijo Jessy, la madre de Eiden y Lucas, mientras les daba la mano a los tres. “Espero que tengas hambre. Hicimos galletas y chocolate caliente.”
“¡Eso suena genial!” dijo el Grinch, sonriendo un poco más. Tenía curiosidad por probar esas galletas.
Mientras se sentaban a la mesa, la abuela Abu Pili llegó con una manta suave. “¿Qué tal si contamos historias de Navidad?” propuso con una sonrisa.

“¡Sí!” gritó Lucas. “¡Empecemos!”

Eiden, desde su trona, miraba a todos con ojos grandes y brillantes. “¡Galletas!” decía, estirando su manita hacia la bandeja.
El Grinch se sintió feliz, pero a la vez, un pequeño miedo lo invadió. “¿Y si no les gusto? ¿Y si no encajo aquí?” pensó para sí mismo.
Mientras Lucas contaba la historia de cómo Santa Claus viajaba en su trineo, el Grinch escuchaba y su corazón latía un poco más rápido. Eiden reía de alegría al escuchar los sonidos de la historia, y Aisha se acurrucaba al lado del Grinch, dándole confianza.
De repente, ¡PLAF! Una gran tormenta de nieve comenzó a caer afuera de la casa. Los vientos aullaban, y las ventanas temblaban un poco. “¡Oh no!” exclamó Jessy. “Parece que no podremos salir a jugar.”

“¿Qué haremos ahora?” preguntó Lucas, preocupado.

El Grinch sintió un pequeño nudo en su estómago. “Quizás puedan jugar sin salir,” sugirió tímidamente. “Yo… tengo algunas ideas divertidas.”

“¡Cuéntalas!” dijo Lucas, emocionado.

“Podemos hacer un concurso de galletas. ¡Quien decore la galleta más divertida, gana!” dijo el Grinch, sintiendo cómo la alegría comenzaba a crecer en su interior.
“¡Yo quiero decorar galletas!” gritó Eiden, levantando su manita en el aire. Todos se rieron.
Abu Pili trajo más galletas y coloridos glaseados. “¡A trabajar, entonces!” dijo.
Los niños se pusieron a decorar con entusiasmo. El Grinch incluso comenzó a ayudar a Eiden, guiando su mano para dibujar caritas sonrientes en las galletas. “¡Eso es, Eiden! ¡Muy bien!” lo animó el Grinch, sintiendo una calidez en su corazón.
Mientras se sumergían en la diversión, el Grinch se dio cuenta de que le gustaba estar ahí, rodeado de amigos. Pero cuando la broma del vencido en las galletas pasó, una sombra cruzó su rostro. “¿Y si nunca podría ser un buen amigo? Soy el Grinch. Siempre he estado solo…”
“¡No!” interrumpió Lucas, mirándolo a los ojos. “Tú eres nuestro amigo. Y todos podemos aprender a ser mejores amigos juntos.”
Eiden asintió con su cabecita, sonriendo con sus dientes de leche. “¡Amigos!” repetía, feliz.
El Grinch sintió que una lágrima rodaba por su mejilla. Nunca antes había experimentado tanto cariño.
“Yo… no sabía que ser amigo se sentía tan bien,” murmuró el Grinch, con la voz un poco temblorosa.
De repente, un gran estallido de luz iluminó la habitación. “¿Qué fue eso?” se preguntaron todos, asombrados.
“¡Oh no! ¡Las luces del árbol!” gritó Jessy, corriendo hacia el árbol navideño. Las luces parpadeaban y, de pronto, ¡se apagaron!

“¡Démosle vida a esas luces!” dijo Lucas, decidido. “Grinch, ¿puedes ayudarme?”

“¿Yo?” preguntó el Grinch, un poco sorprendido.

“Sí, tú eres el mejor en encontrar cosas. Quizás podamos ver qué está mal,” sugirió Lucas.
Así que el Grinch, Lucas, Eiden y Aisha se dirigieron al árbol. Juntos, comenzaron a revisar los cables y las luces con mucho cuidado. El Grinch se sorprendió al notar que disfrutaba de esa tarea.

“¡Aquí está!” gritó el Grinch emocionado. “Un cable suelto. ¡Lo encontré!”

“¡Eres un héroe, Grinch!” añadió Lucas con entusiasmo.

Con un poco de ayuda, juntos arreglaron las luces. Cuando el árbol empezó a brillar de nuevo, todos aplaudieron y gritaron de felicidad. “¡Lo hicimos!”
En ese momento, el Grinch comprendió que la verdadera magia de la Navidad se encontraba en la amistad que estaban creando. Ese día, no solo ayudó a reparar un árbol, sino que encontró un lugar donde pertenecía.
"¡Gracias, amigos! Ahora sé que la Navidad es más que luces, es amor y amistad. ¡Me encanta estar aquí con ustedes!" exclamó el Grinch, sonriendo como nunca.
Y así, mientras la tormenta de nieve rugía afuera, en el cálido hogar de Eiden y Lucas, la Navidad comenzó a cobrar vida con risas, galletas y el más bello sentimiento de amistad.

**Continuará...**

### El Verdadero Espíritu de la Navidad: Capítulo Final

La noche avanzaba y el aire olía a galletas, chocolate caliente y a la chispa de la amistad. El árbol brillaba con luces hermosas, como estrellas que habían caído del cielo. El Grinch, Lucas, Eiden y la pequeña perra Aisha estaban sentados en la alfombra, alegres y contentos, rodeados de una montaña de galletas decoradas.
“¡Mira mi galleta!” exclamó Lucas, levantando una galleta con una sonrisa dibujada. “Es un Grinch sonriente, ¡como tú!”
“¡Es la mejor galleta de todas!” dijo el Grinch, riendo. Su corazón se sentía más grande y lleno de luz que nunca.
De repente, Abu Pili habló con su voz suave. “¿Qué les parece si contamos nuestros deseos para esta Navidad? A veces, compartir lo que queremos trae aún más alegría.”
“¡Sí!” dijo Eiden, aplaudiendo y moviendo sus manitas. Lucas estaba emocionado y dijo: “Yo quiero que todos los niños del mundo tengan una Navidad feliz.”
“¡Eso es hermoso!” respondió el Grinch, sintiéndose conmovido. “Yo… yo quiero seguir siendo amigo de todos ustedes. Y quiero que nunca se sientan solos.”
“¡Oh, Grinch! Eres un gran amigo,” dijo Lucas. “Y siempre tendrás un lugar aquí con nosotros.”
Mientras todos sonreían, Aisha comenzó a mover la cola y a dar saltitos. Parecía que quería decir algo también. “¡Guau! ¡Guau!” ladró, como si estuviera de acuerdo, llenando la habitación de risas.
La risa resonó en la casa, y el Grinch se sintió más feliz que nunca. Cada día que pasaba con Eiden, Lucas, su familia y Aisha, sentía que el frío y la soledad se desvanecían. Había encontrado algo mucho más brillante que cualquier luz navideña: el amor y la amistad.
Finalmente, Jessy, la mamá de los niños, les dijo: “Es hora de hacer algo especial. ¡Vamos a cantar villancicos juntos!”
“¡Sí! ¡Vamos a cantar!” gritó Lucas, emocionado. Todos se pusieron de pie, incluso Eiden, que tambaleaba un poco. En aquel momento, no importaba si sus voces no eran perfectas, lo importante era que estaban juntos.
Comenzaron a cantar, y el Grinch, con su profunda voz, se unió. “Noche de paz, noche de amor…” resonaba su voz a través de la casa. Las risas y los sonidos dulces llenaban el aire, y la tormenta afuera pareció alejarse, dejándolos envueltos en un cálido abrazo.

**Fin de la historia.**

Cuando terminaron de cantar, Eiden se quedó dormido en su trona, y el Grinch se acercó lentamente a acariciarlo suavemente. “Buenas noches, pequeño amigo,” susurró con ternura.
“¿Ves, Grinch?” dijo Lucas, sonriendo. “La Navidad es mágica. No se trata solo de cosas, se trata de personas que amamos.”
“¡Tienes razón, Lucas!” dijo el Grinch, sintiendo que algo había cambiado dentro de él. “En este instante, me siento más feliz que todos los años que pasé solo.”
Así, mientras la nieve caía suavemente afuera y las luces del árbol parpadeaban, el Grinch entendió que el verdadero espíritu de la Navidad no estaba en los regalos, ni en las luces brillantes, sino en el amor que compartimos con nuestros amigos y familiares.
“Gracias por mostrarme esto,” dijo el Grinch con una gran sonrisa, asegurando su lugar en aquel cálido hogar lleno de risas.
Y así fue como el Grinch, junto a Lucas, Eiden, Aisha, Abu Pili, Jessy y Sergio, celebraron la Navidad más hermosa de todas, una llena de amor, amistad y nuevos recuerdos.

**Fin.**

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