Historia para Nathalia

**Título: El Milagro de Navidad de Nathalia**

**Capítulo 1: Un deseo en la nieve**

Era una mañana fría de diciembre en la pequeña aldea de Villanieve, donde la nieve cubría las calles como un suave manto blanco. Las chimeneas de las casas humeaban, y el aire olía a galletas recién horneadas. Entre las casas, había una en particular que brillaba más que las demás. Era la casa de la abuela Beyla.
Nathalia, una pequeña de siete años con grandes ojos azules y una risa contagiosa, se asomó por la ventana de su abuela. “¡Mira, Dany! ¡La nieve está perfecta para hacer un muñeco de nieve!” Su voz sonaba llena de emoción, como si cada palabra fuera una chispa de alegría.
La abuela Beyla, con su cabello plateado y unas arrugas que contaban historias de amor y de risas, se giró hacia su nieta. “¡Oh, querida! La nieve es maravillosa, pero hoy tenemos algo más especial que hacer.” Sonrió con complicidad, como si guardara un secreto.

“¿Qué podemos hacer, abuela?” preguntó Nathalia con curiosidad.

“Vamos a preparar nuestra casa para Navidad. Los niños de la Casa de la abuela necesitan nuestra ayuda.” La abuela comenzó a buscar adornos de Navidad en una caja llena de recuerdos, mientras Nathalia la miraba con ojos brillantes.
La Casa de la abuela, donde vivían otros niños que no tenían familia, era un lugar lleno de risas, pero también de deseos. Algunos deseaban juguetes, otros simplemente un abrazo. Nathalia sintió un cosquilleo en su estómago. “¿Podemos ayudarles a cumplir sus deseos, abuela?”
“Sí, querida. Pero lo haremos de una manera mágica.” respondió Dany, mientras colgaba una estrella brillante en la puerta. “Esta Navidad, vamos a compartir lo que tenemos. Eso traerá felicidad a nuestros amigos.”
Nathalia se sintió un poco confundida. “¿Pero, abuela, ¿cómo podemos hacer que sus deseos se hagan realidad?”
“Es un secreto antiguo, mi amor. Cuando compartimos desde el corazón, las cosas buenas llegan a los que esperan,” explicó la abuela, con una sonrisa en su rostro. “Y a veces, incluso puede aparecer el Christ Child para ayudarnos.”

“¿El Christ Child?” repitió Nathalia. “¿Quién es?”

La abuela Beyla se acercó y le explicó como si estuvieran en una aventura secreta. “El Christ Child es un niño especial que trae alegría y magia a los corazones puros. Él escucha los deseos de los niños, especialmente en Navidad.”
Nathalia sintió como si una explosión de colores llenara su corazón. “¡Quiero conocerlo!” exclamó.
“Tal vez lo hagas. Pero primero, necesitamos preparar algo bonito para los niños de la casa. Vamos a recoger cosas que no necesitemos. ¿Qué te parece?”
La pequeña miró alrededor, pensando. “Puedo darles mi oso de peluche favorito, ¡y también mis dinosaurios!” Dijo Nathalia con una sonrisa desafiante.
“Esa es una gran idea,” dijo Dany con orgullo. “Pero recuerda, el verdadero regalo es lo que viene del corazón.”
Y así, juntas, comenzaron a buscar en cada rincón de la casa. Jugaron a encontrar tesoros y a contar historias mientras llenaban cajas con juguetes, ropa y dulces. Nathalia sentía que su corazón se llenaba de algo cálido y especial, como si la magia de la Navidad empezara a envolverlas.

“¿Crees que los niños estarán felices, Dany?” preguntó.

“Estoy segura de que sí, Nathalia. La alegría se multiplica cuando la compartimos.” respondió la abuela, mientras su mirada brillaba bajo la luz de la ventana.
Dicho esto, las dos salieron al aire fresco de la mañana, dándose las manos, listas para llevar su magia al mundo. La nieve crujía bajo sus pies, mientras las risas de los niños de la Casa de la abuela resonaban en el viento, como un recordatorio de lo que estaban a punto de hacer.
Nathalia cerró los ojos por un momento y pidió un deseo. “Espero que el Christ Child venga a ayudarnos.”
Las nubes comenzaron a moverse lentamente, y en el cielo apareció una ligera bruma dorada. ¿Podría ser que el Christ Child estuviera escuchando? La magia estaba en el aire, y Nathalia, con sus ojos llenos de esperanza, estaba lista para el próximo capítulo de su historia mágica.

**Capítulo 2: Una lluvia de sorpresas**

El sol comenzó a ocultarse detrás de las colinas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados. Nathalia y su abuela Dany llegaron a la Casa de la abuela Beyla. Al abrir la puerta, una explosión de risas y juegos les dio la bienvenida. Los niños de la casa corrían y jugaban bajo el árbol de Navidad, que estaba decorado con luces y esferas brillantes.
“¡Dany! ¡Nathalia!” gritó un grupo de niños que reconocieron a sus visitantes. Entre ellos estaba Lucas, un niño travieso con una sonrisa deslumbrante. “¿Trajeron algo especial para nosotros?”
“Sí, tenemos un montón de cosas,” respondió Nathalia, sintiendo que su corazón latía rápido de felicidad. “Queremos ayudarles a cumplir sus deseos de Navidad.”
Los niños se acercaron con curiosidad mientras Nathalia y su abuela sacaban las cajas llenas de juguetes y sorpresas. Pero cuando empezaron a abrirlas, un desafío apareció de repente. ¡La caja de los juguetes no estaba llena de regalos, sino de algo extraño!
“¡Oh no!” exclamó Dany. “¡Los dulces se han derretido por el calor del día!” Nathalia sintió que su corazón se hundía. “¿Qué vamos a hacer? Los niños esperaban galletas y caramelos.”
Lucas, que siempre tenía una idea lista, dijo: “No te preocupes, podemos hacer dulces juntos. ¡Es divertido! ¿Y si hacemos un concurso? Cada uno puede hacer su propia galleta y habrá un ganador!”
“¡Eso suena genial!” dijo Nathalia, su tristeza desapareciendo como por arte de magia. “Podemos compartir también nuestras historias mientras horneamos. ¡Así será más especial!”
Los niños comenzaron a correr hacia la cocina, llenos de energía. Las risas y los aromas de la cocina pronto llenaron la casa. Harina volaba por todas partes como nieve, y los pequeños se reían mientras se embadurnaban de masa.
Cuando todos estaban concentrados en sus creaciones, Nathalia notó algo curioso en la ventana. Una ligera neblina dorada comenzó a aparecer en el aire, tomando la forma de un pequeño niño vestido de blanco. “¿Eres tú el Christ Child?” murmuró Nathalia, maravillada.
El Christ Child sonrió con dulzura. “Sí, Nathalia. He venido a ver cómo compartes la alegría de la Navidad. Pero veo que están enfrentando un pequeño desafío.”
“¡Sí!” exclamó Nathalia, saltando de emoción. “Los dulces se han derretido y estamos tratando de hacer galletas y compartir nuestras historias.”
“Eso suena hermoso,” dijo el Christ Child. “Pero recuerda, no es solo sobre la comida. Lo más importante es el amor que compartes y el tiempo que pasas juntos. Hoy aprenderán el valor de la amistad.”
De repente, al Christ Child le brillaron las manos, y comenzó a hacer pequeños gestos como si estuviera moviendo la magia por toda la habitación. Una lluvia de espolvoreada azucarada comenzó a caer del techo, llenando el aire con el aroma de galletas recién horneadas. Los ojos de Nathalia se abrieron como platos.

“¡Mira!” gritó Lucas, apuntando hacia lo alto. “¡Es magia!”

Los niños se miraron entre sí, sin poder creer lo que veían. Las galletas empezaron a formarse solas en la mesa, cada una más perfecta que la anterior. “¡Gracias, Christ Child!” exclamó Nathalia, sintiendo una onda de gratitud.
“Recuerden siempre que las cosas buenas llegan a quienes esperan,” dijo el Christ Child con una sonrisa suave. “Pero también vienen cuando compartimos con amor.
Después de un rato, las galletas estaban listas. Los niños decidieron que el verdadero ganador del concurso sería cada uno de ellos, porque se habían reído, trabajado juntos y compartido el deseo de alegrar a los demás.
Al final del día, todos se reunieron alrededor del árbol de Navidad, compartiendo las galletas y contando historias. Nathalia sintió que su corazón se llenaba de luz, más brillante que las luces del árbol.
“¿Ves, Nathalia?” dijo Dany, mientras miraba a los niños disfrutar. “La magia de la Navidad está en la alegría de estar juntos, en el amor que compartimos y en los deseos que se hacen realidad cuando cuidamos los unos de los otros.”
Nathalia sonrió, sintiendo una felicidad que no podría ser medida. “¡Es el mejor día de Navidad de todos!”
Y así, en la pequeña Casa de la abuela Beyla, la magia de la Navidad brilló en cada rincón, recordándoles que a veces lo que más deseamos ya está presente en nuestras vidas: el amor y la amistad.

### Capítulo Final: La Noche Brillante

La noche había caído y la Casa de la abuela Beyla brillaba con luces de colores. El árbol de Navidad, adornado con esferas brillantes y guirnaldas, se veía hermoso. El aroma de las galletas recién horneadas llenaba el aire, y la risa de los niños resonaba en cada rincón, como una melodía dulce y alegre.
“¡Vamos, todos! ¡Es hora de contar historias!” gritó Nathalia, saltando emocionada. Se acomodaron todos en un gran círculo, con las galletas en el centro, listas para ser compartidas.
Lucas, con su carita llena de harina, fue el primero en hablar. “Voy a contarles sobre la vez que intenté hacer una broma a mi hermana. ¡Fue un desastre! Pero al final, todos nos reímos.” Los niños estallaron en risas, y la historia se volvió aún más divertida con cada detalle.
Daryln, la madre de Nathalia, se unió al círculo. “¿Puedo contar una historia también?” preguntó, sonriendo. “Cuando era pequeña, mi abuela me enseñó a hacer galletas. Una vez, olvidé un ingrediente y las galletas salieron duras como piedras. Pero aprendí que no importa qué pase, siempre podemos reírnos y disfrutar juntos.”
Todos aplaudieron. La abuela Dany acarició a Nathalia y le dijo: “Tu madre siempre ha tenido un gran corazón. Ese es el verdadero espíritu de la Navidad.”
Nathalia sintió que su corazón se llenaba de amor. Miró a su alrededor y vio a los niños compartiendo sus propias historias. Cada uno contaba algo divertido o algo especial de sus vidas, y cada risa era un regalo más en esa mágica noche.
De repente, al mirar por la ventana, Nathalia vio una luz resplandeciente en el cielo. “¡Miren!” gritó, señalando. “¡Es una estrella brillante! Es más hermosa que todas las demás.”
El Christ Child apareció de nuevo, esta vez con un brillo aún más fuerte. “Nathalia, ¿ves eso? Esa es la estrella de la esperanza. Cada año, brilla más fuerte cuando hay amor y alegría en los corazones de los niños.”
Nathalia sintió que algo especial estaba sucediendo. “¿Quieres juntarte a nosotros, Christ Child?” preguntó con timidez.
“Siempre estoy cerca cuando hay amor,” respondió el Christ Child, sonriendo. “Y hoy, han demostrado que compartir y cuidar unos de otros es lo más importante.”
Los niños comenzaron a cantar canciones de Navidad, llenando la habitación con melodías alegres. Las risas y las voces se unieron, creando una sinfonía de felicidad que parecía tocar el cielo.
De repente, la luz de la estrella brilló aún más intensamente, y un suave viento sopló a través de la habitación, haciendo que las luces del árbol parpadeen. “¡Es la magia de la Navidad!” exclamó Lucas, mirando maravillado.
“¿Sabes, Nathalia?” susurró el Christ Child. “Todo lo que han creado hoy, sus risas y su amor, son los mejores regalos que podrían haber dado. Las cosas buenas, como la felicidad y la amistad, llegan a quienes saben esperar y comparten con amor.”
Nathalia asintió, comprendiendo el mensaje profundo del Christ Child. “Prometo nunca olvidar esto. Siempre compartiré y cuidaré de mis amigos y mi familia.”
La noche continuó, llena de historias, canciones y risas. Cuando los niños se despidieron, compartieron un abrazo, prometiendo volver a reunirse. Antes de irse, cada niño recibió una galleta especial, decorada con un brillo mágico que les recordaría la noche.
“¡Feliz Navidad a todos!” gritaron mientras salían corriendo por la puerta, llenos de alegría y amor.
Nathalia miró a su alrededor, sintiéndose agradecida. “Gracias, Dany, gracias Darlyn,” dijo, sonriendo a su abuela y su madre. “¡Hoy fue el día más especial!”
“Y recuerda, querida,” dijo Dany mientras acariciaba su cabello. “La verdadera magia de la Navidad vive en ti, en tu corazón y en tus acciones. Siempre habrá alegría cuando compartimos y cuidamos.”
Y así, en la Casa de la abuela Beyla, con el calor de la amistad y la luz del amor, la magia de la Navidad resplandeció, haciendo que el corazón de cada niño se sintiera lleno de felicidad, porque aquel era un día que jamás olvidarían. Las cosas buenas, efectivamente, siempre llegan a quienes saben esperar. Fin.

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