Historia para Mayté

### El Corazón Caliente de Villa Venezuela

**Capítulo 1: La Tormenta Blanca**

Era una mañana brillante en Villa Venezuela. El sol brillaba como un dulce caramelo en el cielo azul, y la brisa suave traía la promesa de la Navidad. Las luces de colores colgaban de cada árbol, y el aroma de galletas recién horneadas se esparcía por el aire. Mayté, una niña de ocho años con una risa contagiosa y ojos llenos de curiosidad, caminaba alegremente por la plaza del pueblo.
"¡Mira, Mayté! ¡El árbol de Navidad ya tiene las estrellas!" exclamó su hermana Ariadna, que tenía cinco años y siempre tenía una sonrisa lista. Señaló el enorme pino al centro de la plaza, decorado con esferas brillantes y cintas doradas.
"¡Es hermoso!" respondió Mayté, saltando de emoción. "No puedo esperar para la fiesta de esta noche. ¿No es genial que Mrs. Claus venga a Villa Venezuela?"
"¡Sí! ¡Ella siempre trae regalos y buenas historias!" dijo Rodrygo, su hermano de siete años, mientras corría detrás de ellas.
“Yo quiero un robot que hable,” pipió Diego, el más pequeño, que todavía apenas podía crecer con todo el cariño que lo rodeaba.
La risa de los niños llenaba la plaza, pero de repente, una nube oscura apareció en el horizonte. Sopló un viento helado que hizo que todos se estremecieran. La felicidad en sus rostros se desvaneció como el sol que se escondía tras las nubes.

"¿Qué está pasando?" preguntó Ariadna, abrazando a su muñeca.

Mayté miró hacia arriba y vio cómo la tormenta se acercaba rápidamente. “Es solo una nube, no pasará nada,” intentó consolar a su hermana, pero su corazón latía rápido.
De repente, el viento aulló y los copos de nieve empezaron a caer, primero despacio, luego cada vez más rápido. En cuestión de momentos, Villa Venezuela se transformó en un lugar de ensueño, cubierto de blanco, pero también de preocupación.
"Mamá, ¿podemos tener la fiesta de Navidad con esta tormenta?" preguntó Rodrygo, con un hilito de temor en su voz.
La abuela de Mayté, Mama Yoya, apareció con una manta grande. “¡Vamos a abrigarnos! La Navidad no se detiene por un poco de nieve. ¡Ya he hecho chocolate caliente!” dijo mientras sonreía con cariño, tratando de infundirles esperanza.
Mientras tanto, Papa Tavo miraba por la ventana, su voz profunda como un tambor resonó, “Esta tormenta es más fuerte de lo que pensaba. Todos deben estar preparados y seguros. Pero, ¿quién se encargará de la fiesta?”
Fue entonces cuando el sonido de unas campanas resonó en el aire. Era Mrs. Claus, con su sonrisa cálida que iluminaba hasta el día más nublado. Ella llegó al pueblo, vestida con su abrigo rojo y su gorro de lana, acompañada de su reno, llamado Max.
"¡Hola, mis queridos amigos de Villa Venezuela!" dijo con voz melodiosa. “¡No dejaré que esta tormenta arruine nuestra Navidad!”
“Pero, Mrs. Claus, la nieve está cubriendo todo y no podemos salir,” dijo Mayté, mientras un copo de nieve aterrizaba en su nariz.
“¡Exactamente! Eso significa que tenemos que trabajar juntos para asegurarnos de que todos en nuestra comunidad tengan una feliz Navidad,” respondió Mrs. Claus, su voz rebosante de alegría y determinación.
Los ojos de Mayté brillaron. “¿Cómo podemos ayudar?” preguntó, sintiendo que algo grandioso estaba por suceder.
“¡Este es el momento de ser valientes y honestos! Necesitamos llevar alegría a cada hogar. ¡Ayúdenme a organizar a todos para hacer la mejor Navidad! Desde cocinar, hasta cantar, ¡vamos a hacer de este lugar un refugio cálido!” explicó Mrs. Claus.
Mientras el viento soplaba con fuerza, Mayté se sentía emocionada por lo que estaba por venir. A pesar de la tormenta, iba a ser una Navidad especial, y juntos, podrían traer luz y amor a todos los rincones de Villa Venezuela.

"¡Vamos a hacerlo!" gritó Mayté, sus ojos iluminados por la esperanza.

Y así, mientras la tormenta rugía fuera, un nuevo espíritu comenzó a brotar dentro de cada uno de ellos, preparándose para que la Navidad fuera más que un simple día; sería una celebración de amor, amistad y honestidad.

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**Continuará...**

**Capítulo 2: La Aventura Helada**

El viento aullaba con más fuerza mientras Mayté, Mrs. Claus y los demás se reunían en la acogedora casa de Mama Yoya. La abuela había preparado una mesa llena de galletas, chocolate caliente y pasteles, y el olor era tan delicioso que hizo que los corazones de todos se calentaran un poco.
"¡Primero, necesitamos un plan!" dijo Mrs. Claus mientras colocaba una galleta en su boca. "¡Ya sé! Podemos dividirnos en grupos. Cada grupo tendrá una tarea específica para asegurarse de que todos en el pueblo tengan una Navidad feliz."
Los ojos de Mayté brillaban al escuchar a Mrs. Claus. "¡Yo quiero estar en el grupo que lleve galletas a nuestros vecinos! Todos deben probar las galletas de Mama Yoya," dijo con entusiasmo.
"Y yo me encargaré de las canciones," anunció Ariadna, mientras palmeaba sus manos. "Podemos cantar villancicos para alegrar a los demás."
"Yo iré con Rodrygo y Diego a ayudar a los más grandes," dijo Papa Tavo, su voz resonando con firmeza. "Asegurémonos de que todos estén a salvo y tengan lo que necesiten."
“¡Perfecto! Mientras hacemos eso, yo prepararé una sorpresa en el centro del pueblo. ¡Un gran árbol de Navidad iluminado!” dijo Mrs. Claus, con una chispa en los ojos. "Todos debemos ser honestos sobre cuánto podemos ayudar. Si alguien no puede hacer su tarea, solo tiene que decírnoslo."
Mayté asintió con la cabeza. "¡Sí! Ser honestos es muy importante, así haremos un gran trabajo juntos."
Con los planes en marcha, los grupos se dispersaron por el pueblo. La nieve caía sin parar, pero la emoción en el aire era contagiosa. Mayté y su grupo decidieron comenzar por la casa de la señora Luisa, que siempre les daba galletas cuando ella los visitaba.
"¿Te imaginas cómo estará ella ahora?" dijo Rodrygo mientras caminaban. "Tal vez esté triste por no poder salir."
Mayté pensó un momento. "¡Vamos a llevarle muchas galletas y un poco de chocolate caliente! Estoy segura de que eso le hará feliz."
Al llegar a la casa de la señora Luisa, Mayté tocó la puerta con un suave golpe. "¡Señora Luisa! ¡Soy yo, Mayté! ¡Trajimos galletas!"
La puerta se abrió lentamente, y la señora Luisa, con su rostro amable pero preocupado, les sonrió. "¡Oh, qué sorpresa! Pensaba que no podría celebrar la Navidad este año con toda esta nieve."
"¡No podía dejar que eso pasara!" exclamó Mayté mientras le entregaba una bandeja de galletas. "¡Y tenemos chocolate caliente también!"
La señora Luisa tomó las galletas con gratitud. "¡Oh, gracias, Mayté! Esto es exactamente lo que necesitaba. Pero… ¿cómo están todos los demás?"
Mientras Mayté hablaba, de repente, un fuerte crujido resonó afuera. Todos se asustaron y miraron por la ventana. Un árbol alto se había caído, bloqueando el camino de la plaza del pueblo.

"Eso no es bueno," murmuró Rodrygo, asombrado. “¡No podremos pasar!”

"¡Oh, no! El árbol bloquea la entrada al centro donde Mrs. Claus quiere preparar el Gran Árbol de Navidad! ¡No podemos permitir que la tormenta destroce nuestros planes!" dijo Mayté, sintiendo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de ella.
La señora Luisa puso su mano en el hombro de Mayté. "Siempre habrá un desafío en el camino, querida. Es en esos momentos cuando se ve el verdadero espíritu de la Navidad. ¿Cuál será su plan?"
Mayté pensó. "¡Debemos trabajar juntos! Si todos en el pueblo se unen, quizás podamos mover este árbol. ¡Podrían llegar más manos!"
Sin dudarlo, la señora Luisa se unió a la idea. "Llamemos a mis vecinos. ¡Vamos, niños! ¡A juntar a todos!"
Así, el grupo se dispuso a reunirse con más amigos y vecinos, compartiendo galletas en el camino e invitando a todos a ayudar. Mientras comenzaban a acercarse al árbol caído, Mayté miró a su lado y vio que Ariadna, Rodrygo y Diego estaban listos para empujar.

“¿Listos, chicos?” preguntó Mayté, tomando aire. “Juntos podemos hacerlo.”

“Sí, ¡podemos hacerlo!” gritaron todos a coro.

Con gran esfuerzo, los niños y los vecinos empujaron. Las manos pequeñas y grandes se unieron. A veces se resbalaban, a veces tropezaban, pero nunca dejaron de intentar mover el árbol. Sus risas y gritos de aliento llenaron el aire frío.
Justo cuando parecían estar a punto de rendirse, un giro inesperado ocurrió: el abuelo Tavo llegó con una cuerda larga. “¡Vamos, tengo una idea!” dijo mientras ataba la cuerda al árbol y pedía a todos que empujaran al mismo tiempo.

"Uno, dos, tres… ¡ahora!" gritó Papa Tavo.

Con un último esfuerzo, el árbol se movió, y poco a poco se despejó el camino. Todos gritaron de alegría, abrazándose unos a otros en celebración.

"¡Lo logramos!" exclamó Mayté, sintiendo que la victoria llenaba su corazón.

"Sí, y gracias a todos. Todos hicieron un gran trabajo," dijo la señora Luisa con gratitud en sus ojos.
Mientras los niños reían y bailaban bajo la nieve, Mayté comprendió que la honestidad, el trabajo en equipo y la alegría eran lo que hacía que la Navidad fuera especial.

"¡Solo falta el árbol de Navidad ahora!" dijo Rodrygo con entusiasmo.

"Y lo haremos juntos," afirmó Mayté, con una gran sonrisa en su rostro.

La tormenta podía rugir fuera, pero en el corazón de Villa Venezuela, el verdadero espíritu de la Navidad había cobrado vida.

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**Continuará...**

### Capítulo Final: La Navidad Brillante

El día de Navidad amaneció con un cielo despejado, y un frío ligero que hacía que la nieve crujiera bajo los pies. Mayté se despertó emocionada, recordando la aventura del día anterior. A medida que se vestía, su corazón palpitaba con alegría pensando en el Gran Árbol de Navidad que Mrs. Claus había prometido iluminar.
“¡Despierta, Mayté!” gritó Ariadna desde el otro lado de la habitación. “Hoy es Navidad y tenemos que ayudar a Mrs. Claus en el centro del pueblo antes de abrir los regalos!”
“¡Cierto! Voy enseguida,” respondió Mayté mientras se ponía su bufanda más colorida. Corrió hacia la cocina, donde Mama Yoya estaba preparando un desayuno humeante.
“Buenos días, mis pequeños. Hoy es un día especial. ¿Están listos para la Navidad?” preguntó Mama Yoya con una sonrisa.

“¡Sí! Vamos a ayudar a Mrs. Claus,” dijeron Mayté y Ariadna al unísono.

Después de un desayuno rápido, los tres hermanos se dirigieron al centro del pueblo. El camino estaba despejado, y la luz del sol brillaba en la nieve, creando un paisaje mágico. Al llegar, se encontraron con una multitud de vecinos reunidos alrededor de un árbol enorme, decorado con cintas doradas y bolas de colores.
“¡Miren, ahí está Mrs. Claus!” exclamó Diego, apuntando a la figura amable que estaba supervisando los últimos detalles. Ella llevaba su característico vestido rojo y una sonrisa radiante.
“¡Feliz Navidad! Estoy tan feliz de verlos a todos aquí,” dijo Mrs. Claus, abrazando a cada uno de los niños. “Hoy vamos a iluminar este árbol. Necesitaremos su ayuda para encender las luces.”
“¡Estamos listos!” dijo Mayté con entusiasmo. “Lo que hicimos ayer fue increíble. Unidad y honestidad nos trajeron hasta aquí.”
Los niños se unieron al grupo de adultos, que estaban organizando el evento. El abuelo Tavo estaba al lado de Mrs. Claus, sosteniendo un gran interruptor. “¿Están listos para la magia de la Navidad?” preguntó mientras todos asentían con emoción.
“¡Sí!” gritó la multitud, incluyendo a la señora Luisa, que sonreía desde el fondo.
“Entonces, cuando diga ‘Navidad’, todos ustedes presionen al mismo tiempo,” explicó Mrs. Claus. “¿Listos? Uno... dos... ¡tres! ¡Navidad!”
El abuelo Tavo presionó el interruptor y, en un instante, el árbol se iluminó con brillantes luces de colores. Todos se quedaron boquiabiertos. Las luces parpadeaban, creando un espectáculo maravilloso que llenaba el aire con una suave melodía de campanas.

“¡Guau, es hermoso!” exclamó Rodrygo, con los ojos brillantes.

“Es un milagro de Navidad,” dijo Mama Yoya, con lágrimas de felicidad en los ojos.
“Y es gracias a todos vosotros,” dijo Mrs. Claus, mirando a la multitud. “Juntos, han mostrado lo que significa la Navidad: amor, unidad y honestidad. Nunca olviden que cada uno de ustedes hizo una diferencia.”
La multitud aplaudió y vitoreó mientras los niños comenzaban a cantar villancicos. Mayté se unió al canto con su voz clara y alegre, sintiendo cómo su corazón se llenaba de felicidad. La música llenó el aire, y todos comenzaron a bailar alrededor del árbol iluminado.
Cuando la canción terminó, Mrs. Claus les pidió que se reunieran. “Antes de continuar con las celebraciones, tengo un regalo para ustedes,” dijo, sonriendo de oreja a oreja. “He preparado una sorpresa especial.”
Los niños se miraron emocionados, preguntándose cuál podría ser la sorpresa. Entonces, Mrs. Claus se acercó a un gran saco rojo que había traído. “Este saco contiene regalos para cada uno de ustedes, como agradecimiento por su esfuerzo.”

“¡Sí!” gritaron todos al unísono.

Uno a uno, los niños fueron recibiendo sus regalos. Mayté abrió el suyo y encontró una hermosa muñeca de trapo, que parecía tener el mismo vestido que llevaba Mrs. Claus. “¡Gracias, Mrs. Claus! Es maravillosa,” dijo con sinceridad.
“Recuerda, Mayté, que el mejor regalo de todos es el amor y la bondad que damos a los demás,” respondió Mrs. Claus. “Este año, ustedes han demostrado que la Navidad es más que regalos; se trata de ser honestos y ayudar a los demás.”
Con los corazones llenos de alegría, todos en Villa Venezuela celebraron la Navidad juntos. La tormenta que había amenazado sus planes se había convertido en una historia de valentía y unión. Mayté sintió en su interior que la verdadera magia de la Navidad era la comunidad y el amor que compartían.
Mientras la música continuaba sonando y los niños reían y jugaban, el aire se llenó de esperanza, risas y la promesa de un nuevo año lleno de nuevas aventuras. En ese momento, Mayté supo que había encontrado el verdadero espíritu de la Navidad.
“¡Feliz Navidad, todos!” gritó Mayté, levantando su muñeca hacia el cielo nevado. “¡Qué siempre seamos honestos y estemos juntos en las buenas y en las malas!”
“¡Feliz Navidad!” resonó el eco de la comunidad mientras celebraban juntos, abrazándose con amor y alegría, bajo el brillante árbol de Navidad.
Y así, con un corazón lleno de amor y gratitud, Mayté miró hacia el futuro, deseando siempre más momentos mágicos como este.

FIN

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Vertical Line
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