Una mañana, mientras el sol se asomaba por el horizonte, Ainhoa dio un salto de felicidad al recordar el proyecto que había anunciado su maestra, la señora Mariposa, el día anterior. “¡Vamos a hacer cometas, niños! Lo haremos en parejas”, había dicho con una sonrisa radiante. El corazón de Ainhoa latía con emoción, pero también un poco de nerviosismo. “¿Y si no puedo hacerlo bien?”, pensó mientras se miraba en el espejo.
Salió de su casa, con una hoja de papel en la mano que había decorado con dibujos de mariposas y flores. El aire fresco le acariciaba el rostro, y en su mente, ya imaginaba la cometa volando alto en el cielo. Pero, de repente, escuchó un suave zumbido en el aire que hizo que se detuviera en seco. Miró hacia arriba, y allí, entre los árboles, vio a Windy, el aerogenerador que se erguía orgulloso en el campo.