Historia para Jorgito

En un hermoso parque lleno de árboles verdes y flores de colores brillantes, el sol brillaba como un faro en el cielo azul. Los pájaros cantaban melodías alegres y el viento jugaba entre las hojas, creando una sinfonía natural. En una de las bancas del parque, se encontraba Jorgito, un hombre de 43 años que siempre llevaba consigo un libro. Su cabello negro y ondulado caía sobre su frente, mientras sus ojos verdes, curiosos y brillantes, se perdían en las páginas repletas de aventuras.
Mientras pasaba las hojas, un brillo peculiar captó su atención. Era una pequeña gota de agua que danzaba ante él con una sonrisa radiante. —¡Hola, Jorgito! —dijo la gota, moviéndose con gracia—. Soy Wally, la Gota de Agua.
Jorgito parpadeó sorprendido. Nunca había hablado con una gota de agua antes. —Hola, Wally. ¡Eres muy especial! —respondió, intrigado.
—Gracias —respondió Wally, girando en el aire—. ¿Sabías que el agua es muy valiosa para nuestras plantas? Algunas de ellas están marchitas porque no tienen suficiente.
Jorgito miró a su alrededor. Las plantas, que alguna vez lucieron radiantes, parecían estar perdiendo su brillo. —Sí, lo noté. Pero, ¿qué podemos hacer? —preguntó, sintiéndose un poco preocupado.
Wally fijó su mirada en él, con determinación. —Juntos podemos inspirar a la comunidad a cuidar mejor nuestras plantas y el agua. ¡Imagina un hermoso jardín lleno de vida!
Con el corazón latiendo con emoción, Jorgito decidió que debía hacer algo. Se levantó de la banca y comenzó a caminar por el parque. En el camino, se encontró con Doña Flora, una mujer mayor que siempre llevaba un vestido floreado y tenía un inmenso amor por las plantas.
—¡Doña Flora! —llamó Jorgito—. ¡Mira! Esta es Wally, la Gota de Agua, y nos necesita para salvar nuestras plantas.
Doña Flora se acercó, sonriendo con calidez. —Oh, querida Wally, estoy aquí para ayudarte. Siempre he soñado con crear un jardín que ahorre agua.
Jorgito sonrió al ver la emoción de Doña Flora. Pero justo en ese momento, Don Ramón, un hombre robusto que siempre hablaba sobre el clima, se unió a la conversación. —¿De verdad creen que eso funcionará? —preguntó con escepticismo, frunciendo el ceño—. ¿Por qué deberíamos cambiar lo que hemos hecho siempre?
Jorgito, decidido, dio un paso adelante. —Porque si cuidamos el agua, nuestras plantas estarán felices y el parque será más hermoso. —Su voz resonó con pasión.
Wally, flotando entre ellos, asintió. —Podemos usar técnicas como la recolección de agua de lluvia y el riego por goteo. Juntos, podemos hacer una gran diferencia.
Sin embargo, cuando comenzaron a hablar con otros vecinos del parque, se dieron cuenta de que algunos no creían en su proyecto. Un grupo de niños jugaba cerca y uno de ellos gritó: —¡Eso suena aburrido! ¡No queremos cambiar nada!
Jorgito sintió un nudo en el estómago. No quería que su esfuerzo fuera en vano. Pero Wally, siempre optimista, le susurró: —No te desanimes, Jorgito. A veces, las mejores ideas necesitan tiempo para crecer.
Mientras conversaban y planeaban, un giro inesperado ocurrió. Un pequeño perro, llamado Rocco y conocido por ser muy curioso, apareció corriendo con una pelota en la boca. Rocco, emocionado, empezó a jugar entre ellos, saltando y moviendo la cola. De repente, su patita chocó contra un balde que contenía agua, y el líquido comenzó a derramarse.
—¡Miren! —gritó Wally, mientras las gotas brillaban como diamantes al caer al suelo—. Esto es lo que queremos: conservar cada gota.
Algunos vecinos comenzaron a acercarse, intrigados por el juego del perro y el mensaje de Wally. Jorgito sintió cómo la energía cambiaba. —Quizás… quizás podamos hacer que cuidar el agua sea divertido —pensó, mientras sonreía.
La comunidad comenzó a reunirse, y Jorgito, Wally, Doña Flora y Don Ramón se dieron cuenta de que, aunque había desafíos, había un camino por delante. Un camino que era divertido, emocionante y lleno de risas.
En el parque, el sol brillaba con suavidad, y las flores recién florecidas parecían bailar con la brisa. Jorgito, con sus ojos verdes llenos de emoción, miraba a su alrededor. El jardín que habían creado juntos era un verdadero espectáculo de colores y vida. Las plantas, agradecidas por el agua y el cuidado, parecían sonreír.
—¡Lo logramos! —gritó Jorgito, sintiendo que el corazón le estallaba de felicidad.
Wally, la Gota de Agua, flotaba alegremente por encima de las flores, reflejando los rayos del sol. —¡Gracias a todos por creer y actuar! —anunció con su voz melódica, que resonaba como un suave murmullo del río.
Doña Flora, con su vestido floreado ondeando al viento, sonrió ampliamente. —Este es solo el comienzo, amigos. Podemos hacer mucho más por nuestro medio ambiente y seguir cuidando de nuestro querido parque.
Don Ramón, que siempre tenía algo que decir sobre el clima, se acercó a la multitud, ajustándose la gorra. —¡Sí! Y podemos invitar a más personas a unirse. ¡Imaginemos un parque lleno de jardines que cuiden el agua!
Los vecinos se miraron, sintiendo cómo las palabras de Don Ramón encendían una chispa de entusiasmo en sus corazones. Las sonrisas de los niños cercanos se hicieron más brillantes. Uno de ellos, el mismo que había dicho que el proyecto era aburrido, ahora preguntaba:

—¿Podemos hacer más jardines? ¡Yo quiero ayudar!

Jorgito se agachó a la altura del niño y le dijo: —Por supuesto que sí. Cada ayuda cuenta, y tú puedes hacer una gran diferencia.
Mientras la comunidad empezaba a hablar sobre nuevos proyectos, Rocco, el pequeño perro curioso, apareció nuevamente, esta vez llevando una regadera de juguete. Los niños se rieron y comenzaron a jugar, llenando la regadera con agua y tratando de mojarse unos a otros.
Wally, viendo la alegría que se propagaba, exclamó: —Miren, ¡cuidar el agua también puede ser divertido! —y se unió al juego, lanzando pequeñas gotas de agua como si fueran confeti.
Jorgito se sintió lleno de energía. La idea de cuidar el agua estaba tomando forma, y no solo era el esfuerzo de unos pocos, sino de toda la comunidad. Se organizó una reunión para discutir cómo seguir avanzando, donde cada uno podía proponer ideas.

—Podemos hacer un taller sobre cómo ahorrar agua en casa —sugirió Doña Flora.

—O una competencia de jardinería —propuso Don Ramón, haciéndose el pensativo—. ¡El jardín más bonito será el rey del parque!
La multitud estalló en risas y aplausos, llenos de ideas y planes. Jorgito, emocionado, observaba cómo la comunidad se unía, uniendo fuerzas para cuidar del medio ambiente juntos. Sentía que su corazón latía con fuerza, como si también él estuviera floreciendo.
Finalmente, llegó el día de la fiesta. Se colocaron mesas llenas de deliciosos platillos y decoraciones coloridas. La música sonaba alegremente mientras los niños corrían y jugaban en el nuevo jardín. Wally, como buen anfitrión, se aseguró de que todos se divirtieran.
—¡Miren lo que hemos creado juntos! —dijo Jorgito a su alrededor, sintiendo el cariño de sus vecinos—. El agua es vida, y juntos hemos hecho que este parque sea un lugar especial.
La comunidad celebró con risas, bailes y juegos. Todo el mundo compartía historias sobre cómo cuidar el agua había unido a todos. En ese momento, Jorgito entendió que el amor por la naturaleza podía ser una aventura en la que todos podían participar.
Y así, con un futuro brillante por delante, Jorgito, Wally, Doña Flora, Don Ramón, y todo el parque, levantaron sus copas llenas de agua al cielo, brindando por el éxito del jardín y por todas las nuevas ideas que estaban por venir.

—¡Por un futuro lleno de vida! —gritaron todos al unísono.

Con una sonrisa, Jorgito miró a Wally, quien brillaba con alegría. Este era sólo el comienzo de una hermosa historia de amor por la naturaleza, que seguirían escribiendo juntos.
Y así, felices y llenos de esperanza, continuaron cuidando su jardín y su parque, recordando siempre que, aunque las pequeñas gotas de agua parecen insignificantes, juntas pueden hacer grandes cosas.

FIN.

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