Historia para Sasha & Khris
En un alegre y colorido bosque, donde los rayos del sol se colaban entre las hojas verdes y las flores danzaban al ritmo del viento, vivían dos amigos inseparables: Sasha y Khris. Sasha, una pequeña superheroína de apenas 4 años, tenía el cabello negro como un ala de cuervo y ojos marrón oscuro que brillaban con curiosidad. Su risa sonaba como campanitas cuando corría tras las mariposas y exploraba cada rincón de la naturaleza.
“¡Mira, Khris! ¡Esa flor tiene el color del arcoíris!” exclamó un día mientras se agachaba a tocar los pétalos suaves que parecían reírse al tacto.
Khris, el príncipe elfo de 6 años, era un niño de cabellos rizados y rojos que caían como cascadas ardientes sobre su frente. Sus ojos azules, tan profundos como el cielo, reflejaban su amor por el arte y la música. “¡Vamos a pintarla!”, respondió entusiasmado, sacando de su mochila un cuaderno y algunos lápices de colores.
Mientras los dos amigos disfrutaban de su juego, un estruendo rompió la serenidad del bosque. Sasha y Khris se miraron con asombro. “¿Qué fue eso?” preguntó Sasha, levantando una ceja.
“¡Suena como si alguien necesitara ayuda!”, dijo Khris, su corazón latiendo rápido. Con determinación, ambos se dirigieron hacia el eco del ruido, adentrándose en el bosque entre las sombras y los susurros de la naturaleza.
Al llegar a un claro, se encontraron con una escena que les cortó la respiración. Un grupo de pequeños animales, un conejo, una ardilla y un pájaro, estaban rodeados por un dragón enorme y escamoso, de alas tan grandes que podía cubrir toda la luz del sol. El dragón, con ojos como brasas, parecía tan confundido como ellos, pero aún así, susurró con voz temblorosa: “¡No quiero hacerles daño! Solo estoy asustado porque estoy solo”.
“¡Oh, mira, no es un dragón malvado! Solo está asustado”, murmuró Sasha, mirando a Khris con compasión.
“¿Y cómo podemos ayudarlo?” preguntó Khris, frunciendo el ceño mientras observaba al dragón.
“Necesitamos hablarle y mostrarle que podemos ser amigos”, sugirió Sasha, con una sonrisa amable. En ese momento, se dio cuenta de que incluso un dragón podía necesitar un amigo.
Mientras se acercaban con cautela, el dragón retrocedió, lanzando un pequeño suspiro de humo por sus fosas nasales. “¿Ustedes quiénes son?” preguntó con voz temblorosa, sorprendiendo a los dos amigos.
“¡Somos Sasha y Khris! Estamos aquí para ayudarte”, dijo Sasha, su voz suave como un murmullo de hojas. “No tienes que tener miedo. También nosotros queremos ser tus amigos”.
Khris asintió vigorosamente. “Tal vez podrías mostrarnos lo que te asusta y juntos podemos encontrar una solución”, propuso.
El dragón parpadeó, confundido, y luego, a pesar de sus temores, empezó a contarles sobre la soledad que sentía en su cueva oscura. “Nadie quiere jugar conmigo porque piensan que soy un monstruo...”, dijo él, bajando la mirada.
“Nosotros queremos ser tus amigos”, repitió Sasha con una sonrisa cálida. Khris asintió con entusiasmo, y juntos comenzaron a imaginar un plan para ayudar a su nuevo amigo.
“Quizás tú puedas vivir aquí en el bosque con nosotros”, sugirió Khris. “Podrías ayudarnos a cuidar de los animales y ser parte de nuestro grupo”.
Mientras hablaban, un giro inesperado ocurrió. De repente, un grupo de humanos apareció en el claro, armados con palos y antorchas, gritando: “¡Ese dragón es un monstruo! ¡Debemos atraparlo!”
Las miradas de Sasha y Khris se encontraron, el miedo brillando en sus ojos. “Debemos proteger a nuestro nuevo amigo”, dijo Sasha decidida. “Juntos podremos mostrarles que el dragón no es un monstruo, es solo un amigo que necesita ayuda”.
“¿Estás lista para la aventura?” preguntó Khris, ajustándose la diadema sonriente.

“¡Siempre! ¡Vamos a ser héroes!”, contestó ella, la emoción en su voz.
Así comenzó su viaje, no solo para salvar al dragón, sino también para demostrar que la amistad y la valentía pueden vencer cualquier miedo.

**Capítulo Final: La Gran Revelación**
Sasha y Khris miraron con asombro a su nuevo amigo dragón, que había dejado caer la mirada al ver a los humanos acercarse. “No te preocupes”, le susurró Sasha, “estamos aquí para ayudarte”. Desde el fondo de su corazón, sabía que si querían salvar al dragón, tendrían que actuar rápidamente.
Khris observó a los humanos con una mezcla de miedo y determinación. “No saben que eres un buen amigo”, dijo, su voz temblando un poco. “Tendremos que mostrarles que no eres un monstruo”.
Mientras los humanos se acercaban, Sasha, con su corta cabellera negra brillando bajo el sol, dio un paso adelante. “¡Espera!” gritó con toda su fuerza, haciendo que el grupo se detuviera. “¡Este dragón no es un monstruo! ¡Es nuestro amigo!”
Los humanos se miraron entre sí, sorprendidos y confundidos. Uno de ellos, un niño de cabello rubio que sostenía un palo, dio un paso hacia adelante. “¿Cómo pueden estar seguros de eso? ¡Es un dragón!”
Sin perder su confianza, Khris levantó su mano. “Todos tienen miedo de lo que no conocen, pero nosotros lo hemos conocido. Él nos ha ayudado a liberar a los animales”, explicó con fervor. “¡Miren cómo juega con ellos!”
El dragón, sintiendo la valentía de sus nuevos amigos, comenzó a hacer pequeños trucos en el aire, volando suavemente y haciendo que los animales rían y corran alrededor. Un pequeño ciervo y una tortuga se unieron a él, saltando y jugando, creando un cuadro hermoso de amistad.
“¡Eso no parece un monstruo!”, exclamó el niño rubio, y otros comenzaron a asentir con sus cabezas. “Quizás deberíamos darle una oportunidad”.
Con una sonrisa, Sasha dio un paso al frente. “Ser un buen amigo significa entender y aceptar a los demás, incluso si son diferentes. Nuestro dragón no quiere hacer daño, solo quiere jugar y ser amado, como nosotros”.
Los rostros de los humanos se iluminaron mientras miraban al dragón con nuevos ojos. El dragón, que había estado asustado, comenzó a sonreír, mostrando su afecto. “¿Quieren jugar con nosotros?” preguntó, su voz profunda y suave.
“¡Sí!” gritaron los niños al unísono, dejando caer los palos y antorchas. En un instante, se formó un círculo de risas y alegría, mientras todos empezaron a jugar juntos en el claro del bosque.
Sasha y Khris se miraron, el orgullo brillando en sus ojos. Habían superado su miedo y mostrado a todos lo que significaba ser un verdadero amigo. “Gracias por ser tan valientes”, dijo el dragón, inclinando su cabeza hacia ellos.
“Y gracias por ser nuestro amigo”, respondió Khris, mientras colocaba un brazo alrededor de Sasha. “Juntos, ¡podemos hacer cualquier cosa!”
A partir de ese día, el dragón vivió en el bosque con sus nuevos amigos. Cada día era una nueva aventura, y el bosque se llenó de música, risas, y la promesa de que siempre serían buenos amigos, cuidando unos de otros sin importar las diferencias.
Así, la pequeña superheroína Sasha y el príncipe elfo Khris aprendieron que ser un buen amigo significa ser valiente, entender a los demás y abrir el corazón a quienes necesitan amor y compañía.
