Historia para Engel
En el tranquilo pueblo de Vaquero, donde los cactus bailaban al ritmo del viento y las estrellas brillaban como pequeñas joyas en la noche, vivía un niño llamado Engel. Tenía sólo cuatro años, pero su corazón rebosaba de sueños grandes y audaces. Con su cabello castaño ondeando bajo su sombrero de vaquero, Engel corría por las calles de tierra, siempre acompañado de su fiel amigo Teo, un dragón colorido que parecía sacado de un cuento de hadas. Teo no solo era juguetón, sino que también tenía la habilidad de escupir pequeñas llamas que iluminaban la noche, como si cada chispa contara una historia.
"¡Vamos, Teo! ¡Hoy quiero ser un héroe!", gritaba Engel mientras subía a lomos del dragón. Sus ojos marrones brillaban con emoción al imaginarse surcando los cielos estrellados, explorando planetas lejanos y bailando con las estrellas. A su lado, saltaba su mascota Jenaro, un pequeño perrito de pelaje dorado que ladraba alegremente, como si estuviera animando a su mejor amigo.
"¡Woof! ¡Woof! ¡Engel, el vaquero héroe!", ladraba Jenaro, moviendo su colita con tanto entusiasmo que parecía que estaba danzando.
Un día, mientras exploraban el desierto dorado que rodeaba el pueblo, Engel notó algo extraño. Las estrellas comenzaron a apagarse lentamente, como si alguien estuviera robando su luz. Su pequeño corazón se aceleró. "¿Qué está pasando, Teo?", preguntó con preocupación.
"No lo sé, Engel, pero algo oscuro se acerca", respondió Teo, dejando escapar una pequeña llama que iluminó el camino.
Justo en ese momento, un viento helado sopló y, de la nada, apareció una sombra gigante: El Destructor. Era una criatura aterradora, con ojos que chisporroteaban como rayos y una risa que resonaba como un trueno. "¡Voy a convertir este pueblo en un lugar sombrío!", rugió, mientras las estrellas se desvanecían a su alrededor.
Engel sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero se mantuvo firme. "¡No podemos dejar que eso suceda!", exclamó, mirando a sus amigos. "¡Debemos mostrarle lo que significa la magia y la música!"
Teo, emocionado, batió sus alas. "¡Sí! ¡Vamos a bailar y cantar hasta que el cielo brille de nuevo!", dijo, mientras Jenaro ladraba en aprobación.
La idea de Engel era audaz. "¡Empecemos a bailar y a cantar! ¡La música puede vencer cualquier oscuridad!", aseguró con determinación. Así, comenzaron a moverse, llenando el aire con una melodía alegre mientras giraban y giraban, cada paso resplandece con energía. Engel danzaba como un vaquero valiente, mientras Jenaro saltaba al ritmo, ladrando como si fuera un tambor. Teo, por su parte, hacía pequeñas acrobacias en el aire, dejando un rastro de chispeantes llamas.
Pero a pesar de su esfuerzo, El Destructor se mantuvo impasible, disfrutando de su caos. "¡Lo que hacen no me impresiona!", gritó, mientras sus ojos brillaban con desdén. Engel sintió un pequeño nudo en su estómago, pero decidió no rendirse. Con una sonrisa resplandeciente, miró a sus amigos y dijo: "Si trabajamos juntos, podemos volver a iluminar el cielo".
Y así, bajo la oscura sombra de El Destructor, Engel y sus amigos se unieron más que nunca, listos para enfrentar el desafío que cambiaría su mundo para siempre.

Capítulo Final: El Brillo de la Amistad
Engel danzaba con tanta alegría que su pequeño sombrero de vaquero saltaba de un lado a otro. Teo, el dragón colorido, giraba en círculos mientras lanzaba chispas de colores al aire, creando un espectáculo que iluminaba la noche como un arcoíris. Jenaro, el perrito dorado, ladraba emocionado, corriendo en círculos, y su energía llenaba el aire de risas y felicidad.
"¡Sí, eso es! ¡Bailen conmigo!" gritó Engel, su voz rebosante de emoción. Con cada paso de baile, el suelo vibraba y las estrellas comenzaron a regresar, una a una, brillando con fuerza. El Destructor, al principio dubitativo, comenzó a sentir un calor en su pecho que nunca había experimentado. "¿Qué es esto?", murmuró, mientras los colores y la música lo envolvían.
Engel se acercó un poco más. "¡La felicidad es contagiosa! ¡Baila con nosotros! ¡Deja que la alegría te alcance!", dijo mientras giraba en un elegante movimiento de vaquero. El Destructor, confundido, observó a los tres amigos, disfrutando de su momento. El caos que había sembrado poco a poco se desvanecía, dejando espacio para la luz.
"No, no puede ser…", murmuró El Destructor, sintiendo cómo su corazón, antes de piedra, comenzaba a palpitante. "¡No puedo dejar que esto me afecte!" Pero mientras lo decía, sin querer, movió una de sus patas al ritmo de la música.
"¡Eso es! ¡Sigue el ritmo!" animó Engel, y El Destructor, sorprendido, comenzó a mover sus grandes patas al compás de la melodía. El cielo, que antes estaba cubierto de sombras, empezó a brillar con estrellas resplandecientes. La oscuridad se retiraba, y un brillo dorado llenó el aire.
"¡Esto no es justo! ¿Cómo pueden ser tan felices?" gritó El Destructor, pero su voz sonaba menos poderosa. Engel sonrió y respondió con firmeza: "Porque la amistad y la alegría son más fuertes que cualquier sombra, ¡y siempre lo serán!"
Con cada paso de baile, El Destructor fue transformándose. Sus ojos, que antes chisporroteaban furiosos, comenzaron a brillar con curiosidad y alegría. "¿Puedo unirme?", preguntó, titubeando. Engel, con una gran sonrisa en su rostro, extendió su mano.
"¡Claro que sí! ¡Todos son bienvenidos en nuestra fiesta!", exclamó. Teo y Jenaro también movieron sus patas, animando al Destructor a unirse a la danza. Sin pensarlo dos veces, El Destructor dio un gran salto y comenzó a bailar, aunque torpemente al principio.
La música llenó el aire, y el pueblo de Vaquero se iluminó con risas y melodías. Las sombras se desvanecieron por completo, y el Destructor, ahora un amigo, saltaba y giraba con sus nuevos compañeros. "¡Esto es increíble! ¡Nunca había sentido algo así!" rugió, riendo con alegría.
Así, juntos, Engel, Teo, Jenaro y El Destructor llenaron el pueblo de luz, música y alegría. La forma de vida vaquera no solo se salvó, sino que se volvió más vibrante que nunca, y el cielo brillaba con más estrellas que antes.
Desde aquel día, Engel y sus amigos se convirtieron en los héroes de Vaquero, creando un lugar donde la música, el baile y la amistad reinaban. Y cada vez que veían a El Destructor, ahora llamado El Amigo, todos sonreían y recordaban cómo la felicidad había vencido a la oscuridad.
Y así, Engel, Teo y Jenaro vivieron muchas más aventuras, sabiendo que, mientras tuvieran música en el corazón y amigos a su lado, el cielo siempre brillaría.
