Historia para Mari

Título: Mari, La Dragón Sin Alas

Capítulo 1: La Pérdida

Mari era un dragón hembra de 12 años, que trabajaba como ice-dragon, y tenía una gran pasión por los graffitis. Era un dragón feliz, que disfrutaba de la vida al máximo. Pero un día, algo terrible pasó.
Mientras volaba por encima de su hogar en las montañas, sintió un fuerte viento que le golpeó con fuerza en las alas. El viento era tan fuerte que hizo que Mari perdiera el equilibrio y se estrellara contra una roca. Cuando finalmente pudo levantarse, se dio cuenta de que sus alas se habían roto y no podía volar.
Mari se sintió devastada. Ser un dragón significa poder volar, era lo que más amaba de su vida. Ahora, se había convertido en un dragón sin alas. No sabía qué hacer. Además, había oído hablar de otros dragones que habían perdido sus alas y nunca las habían recuperado.
Sin embargo, Mari no se rindió. Decidió que buscaría la manera de regenerar sus alas. Presintió que no sería fácil, pero no tenía nada que perder.
Con su gran determinación, Mari comenzó su viaje para recuperar sus alas. No sabía qué le deparaba el futuro, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para volver a volar otra vez.
Mari sabía que esta sería una tarea difícil, pero ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario. Sabía que tenía el coraje y la determinación para superar cualquier obstáculo que se le presentara en su camino.
Y así, nuestro heroína comienza su viaje, sin saber lo que le deparará el futuro, pero sabiendo que hará lo que sea necesario para recuperar sus alas. ¿Logrará Mari encontrar la manera de regenerar sus alas? ¿Se rendirá en su búsqueda o continuará con su valiente camino? Descubre lo que sucede en el próximo capítulo de Mari, La Dragón Sin Alas.

Capítulo 2: Un obstáculo inesperado

Mari viajó por todo el reino, buscando una solución para su problema. Habló con otros dragones mayores, exploró las más profundas cuevas y leyó montones de libros para buscar una respuesta. Pero no importaba cuánto buscara, parecía que no había manera de reparar sus alas rotas.
Justo cuando estaba a punto de perder la esperanza, Mari se topó con un anciano sabio que vivía en una pequeña cabaña en medio del bosque. Era un hombre pequeño, con una larga barba blanca y una mirada sabia y penetrante. Mari le contó su historia al sabio y le preguntó si sabía cómo regenerar sus alas.
El anciano le dijo que había una forma, pero que era muy peligrosa y requería de valor y coraje. La única manera de que Mari recuperara sus alas era encontrar una flor mágica que crecía en la cima de una montaña muy lejana. La flor solo florecía una vez al año, y solo aquel que tuviera el corazón más puro y valiente podría encontrarla.
Mari estaba decidida a intentarlo. El anciano le dio un mapa y algunas instrucciones, y ella comenzó su larga travesía. Atravesó desiertos, cruzó ríos y escaló montañas, todo para encontrar esa flor mágica que podría devolverle sus alas.
Finalmente, después de semanas de viaje, Mari encontró la montaña de la que hablaba el anciano. La montaña era alta y peligrosa, llena de acantilados y rocas afiladas. Pero Mari no se detuvo. Escaló la montaña con cuidado y paciencia, evitando cualquier peligro.
Finalmente, cuando Mari llegó a la cima, encontró la flor mágica. Era una flor hermosa, de pétalos dorados y aroma dulce. Mari la cogió con cuidado, pero en cuanto lo hizo, sucedió algo inesperado.
La montaña comenzó a temblar y una voz poderosa resonó en todo el lugar: "¡No seas codiciosa, Mari! ¡Deja la flor y regresa a casa!".
Mari se sintió sorprendida y asustada. No esperaba escuchar esa voz, pero sabía que debía obedecer. Dejó la flor mágica en el suelo y comenzó a bajar de la montaña.
Cuando llegó al pie de la montaña, Mari se dio cuenta de que había aprendido una gran lección. Había sido codiciosa y egoísta al querer recuperar sus alas a cualquier costo. Ahora, se había dado cuenta de que debía aceptar su nueva realidad y estar agradecida por lo que tenía.
Mari regresó a casa con un corazón más puro y una mente más sabia. Sabía que no volvería a buscar la flor mágica, pero estaba feliz de haber aprendido una lección importante. Ahora, podía aceptar su vida como un dragón sin alas y seguir disfrutando de las cosas que amaba.
Mari se instaló en su hogar, donde se dedicó a su gran pasatiempo: el graffiti. Creó obras de arte espectaculares en calles y paredes de la ciudad, que dejaban a la gente con la boca abierta de asombro. Poco a poco, Mari se hizo famosa en toda su ciudad y más allá. Los dragones de todas las edades, incluso los de otros rincones del reino, vinieron a admirar las obras de Mari y a aplaudirla por su talento.
Mari se sintió feliz y realizada, más allá de sus sueños más rebosantes de imaginación. Sabía que no tenía alas, pero encontró una nueva forma de volar: en su mente y en su creatividad. Mari sabía que nunca volvería a buscar una flor mágica, pero se sentía agradecida por todo lo que tenía. Y así, vivió feliz para siempre. Fin.

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