Historia para Rosa, Yesid, Samuel, Daffe, Weider
Título: La amistad del dragón
Capítulo 1: El niño y el dragón de hielo
En un pueblo donde los dragones eran temidos y cazados, vivía un niño llamado Samuel. Siempre se preguntaba por qué la gente tenía miedo de los dragones, porque nunca había visto a uno de ellos hacer algo malo.
Un día, mientras exploraba el bosque, Samuel vio un destello de luz entre los árboles. Al acercarse, descubrió un dragón de hielo atrapado en una bola de nieve.
"¡Por favor, ayúdame!", dijo el dragón con voz temblorosa. "Me han atrapado aquí y no puedo salir por mi cuenta".
Samuel no tenía miedo, sabía que no todos los dragones eran malos. Con valentía, se acercó al dragón y comenzó a liberarlo. Mientras trabajaba, el dragón comenzó a hablar.
"Me llamo Yesid", dijo el dragón, "y soy un dragón de hielo. ¿Cómo te llamas tú?"
"Soy Samuel", respondió el niño.
A medida que trabajaban juntos para liberar a Yesid, Samuel comenzó a entender más sobre los dragones. Aprendió sobre sus diferentes tipos: dragones de hielo, dragones de fuego, dragones de viento, dragones de sombra y dragones de trueno. Y se dio cuenta de que todos eran diferentes, pero todos merecían ser amados.
Finalmente, Samuel logró liberar a Yesid de la bola de nieve. El dragón estaba agradecido y le preguntó a Samuel si quería ser su amigo.
"Sí, quiero ser tu amigo", respondió Samuel con una sonrisa.
Y así comenzó una amistad increíble entre un niño y un dragón en un pueblo donde los dragones eran temidos. A medida que Samuel y Yesid se conocían mejor, se dieron cuenta de que iban a tener muchos problemas, pero estaban decididos a enfrentarlos juntos.
La historia de La Amistad del Dragón continúa en los próximos capítulos.
Capítulo 2: La búsqueda de la verdad
Un día, mientras Samuel estaba jugando con Yesid en el bosque, una anciana se acercó a ellos. La abuela María siempre había sido amable con Samuel, pero tenía miedo de los dragones.
"Samuel, ¿qué estás haciendo de nuevo con ese monstruo?", preguntó la abuela María con una mirada de desconfianza.
"No es un monstruo, abuela María", respondió Samuel con determinación. "Es mi amigo Yesid".
La abuela María hizo una mueca y sacudió la cabeza. "Los dragones son peligrosos, Samuel. No puedes confiar en él".
Pero Samuel no estaba convencido. Había visto lo amable y leal que era Yesid, y sabía que no podía ser malvado. Así que decidió demostrar la verdad a la abuela María.
"Ven con nosotros, abuela María", dijo Samuel. "Te mostraré que Yesid es un amigo fiel".
Así, Samuel, Yesid y la abuela María comenzaron una caminata por el bosque. Mientras caminaban, Samuel habló sobre las aventuras que habían tenido juntos y cómo Yesid siempre lo había protegido.
Pero de repente, una jauría de perros salvajes apareció en su camino. La abuela María gritó de miedo, y Yesid se preparó para luchar. Pero Samuel sabía que no podían herir a los perros, incluso si lo intentaban.
"¡Deténganse!", gritó Samuel, corriendo hacia los perros. "No les haremos daño".
Los perros se detuvieron ante la valentía de Samuel, y Yesid, asombrado, se unió a él. Juntos, Samuel y Yesid lograron calmar a los perros y alejarlos.
La abuela María estaba impresionada. "No puedo creer que hayas logrado calmar a esos perros, Samuel. Sabía que eras valiente, pero no tanto".
Samuel sonrió, sabiendo que había demostrado la verdad sobre su amigo Yesid. La abuela María se disculpó y prometió tratar a Yesid con más amabilidad. Y Samuel y Yesid, juntos, continuaron sus aventuras en el bosque, enfrentando juntos los desafíos que se les presentaran.
Mientras exploraban el bosque, Rosa, Daffe y Weider se unieron a su aventura. Se dieron cuenta de que, aunque eran dragones diferentes, tenían algo en común: todos habían encontrado amistades inesperadas en la aldea humana.
Juntos, exploraron nuevos lugares y descubrieron cosas emocionantes. Samuel y Yesid les mostraron la aldea humana, mientras que los dragones les enseñaron sobre su cultura y sus habilidades.
Un día, mientras jugaban juntos en el bosque, escucharon un grito de ayuda. Corrieron hacia el sonido y descubrieron que un niño humano había caído en un arroyo y estaba luchando por salir. Los amigos trabajaron juntos para sacar al niño del agua y llevarlo de regreso a su aldea.
La noticia se extendió rápidamente sobre su hazaña heroica, y la gente de la aldea comenzó a darse cuenta de que los dragones no eran peligrosos, sino que eran amigos valiosos para tener alrededor. La abuela Mar ía incluso comenzó a visitar a los dragones y a llevarles galletas.
La amistad de Samuel y Yesid demostró que la verdad siempre sale a la luz y que la amistad puede superar cualquier barrera. Y así, los amigos dragones y humanos, vivieron felices para siempre, disfrutando de sus nuevas aventuras y descubriendo juntos el maravilloso mundo que los rodeaba.