Santiago era un joven velociraptor curioso y valiente que vivía en una isla exuberante llena de exóticas flores y frutas. Fue criado por su sabia abuela, Dilia, quien le contó cuentos de dragones y humanos, y le enseñó a ser cauteloso con los seres humanos por su tendencia a mentir.

En un extremo de la isla, vivía un dragón bondadoso, Scorch, temido por su poderoso aliento de fuego, pero en realidad, tenía un corazón tan caluroso como una fogata en una noche fría. Scorch había tenido malas experiencias con los humanos que venían a su isla en busca de su riqueza, y por eso, los evitaba.

Un día, Santiago escuchó un fuerte rugido de Scorch y corrió para ver qué estaba sucediendo. Scorch había comido una "Fruta de la Verdad", que sólo afecta a quienes habían mentido. Estaba sufriendo un dolor inmenso, pero no permitió que Santiago se acercara porque no confiaba en los humanos.

Santiago, mostrándose valiente, dijo, "Soy un dinosaurio, no un humano, y nunca he mentido en mi vida." Scorch, desesperado, permitió que Santiago lo ayudara.

Santiago sabía que la única cura para la Fruta de la Verdad era el néctar de la Flor de la Sinceridad. La flor, sin embargo, crecía en la cima de la montaña más alta de la isla, un viaje peligroso.

Después de luchar contra serpientes venenosas y precipicios traicioneros, Santiago consiguió el néctar y volvió a Scorch. Scorch tomó el néctar, y su dolor desapareció. El dragón agradeció a Santiago por su ayuda y coraje.

Scorch finalmente se dio cuenta de que Santiago era diferente, y su desconfianza hacia los humanos disminuyó. Comenzó a compartir su riqueza con Santiago y la anciana Dilia, llevando a la isla a una era de prosperidad.

El valiente acto de Santiago no sólo salvó a Scorch, sino que también enseñó a todos en la isla una lección valiosa: siempre decir la verdad porque un mentiroso no será confiado. Santiago y Scorch formaron una amistad para toda la vida, demostrando que no importa de dónde venimos o quiénes somos, la verdad siempre prevalece.