Historia para Isabella

### Isabella y el Susurro del Viento

En un rincón brillante y azul del cielo, donde las nubes danzaban como suaves algodones, vivía una pequeña dragona llamada Isabella. Tenía solo dos años, pero su corazón latía con la fuerza del trueno. Sus escamas brillaban como el sol, y sus ojos eran dos espejos que reflejaban la bondad del mundo.
Isabella vivía en un bosque maravilloso, lleno de árboles altos que susurraban secretos al viento. Las flores sonreían en cada color del arcoíris, y los animales corrían felices bajo la sombra de las ramas. Isabella adoraba correr entre ellos, jugando con los conejitos y haciendo cosquillas a las ardillas que saltaban de un árbol a otro.
—¡Mira, Isabella! —chirrió un pequeño pájaro amarillo, volando alrededor de su cabeza—. ¡Hoy el cielo es más azul que nunca!

—¡Sí! —rió Isabella, levantando sus alas con emoción—. ¡Vamos a explorar!

Así que, con un ligero zumbido de sus alas, Isabella comenzó a volar. Descendió suavemente entre los árboles, su risa resonando como campanas. Cada día era una nueva aventura, y en su corazón siempre existía un espacio para la amabilidad.

—¿Hola, amigos! —saludó a los ciervos que pastaban tranquilos en el claro.

Los ciervos se asomaron, moviendo sus cabezas, y uno, de pelaje suave y orejas grandes, respondió:

—¡Hola, Isabella! ¡Ven a jugar con nosotros!

Sin pensarlo, Isabella se unió a su juego. Saltaron entre flores y corrieron por el campo, mientras el sol brillaba y las hojas crujían suavemente. Todo parecía perfecto, hasta que…
Un viento misterioso comenzó a soplar. Las hojas se agitaron con fuerza y un escalofrío recorrió el bosque. Isabella se detuvo, mirando a su alrededor.

—¿Qué está pasando? —preguntó, sintiendo un nudo en su pequeño estómago.

Los animales comenzaron a murmurar entre ellos, y el ciervo de orejas largas se acercó a ella, temeroso.
—He oído un rumor —susurró—. Un hechicero malvado está cerca. Dicen que ha lanzado una maldición sobre el bosque.

Isabella, con su corazón valiente, miró al ciervo.

—No podemos dejar que eso suceda. Debemos ayudar a nuestros amigos —dijo firmemente, sintiendo cómo el viento acariciaba su cara, como si lo alentara.

—Pero, ¿cómo? —preguntó el ciervo, con la voz temblorosa.

—Con amabilidad, siempre con amabilidad. —Isabella sonrió—. Vamos a avisar a los demás.
Y así, con sus alas desplegadas y el corazón rebosante de determinación, Isabella sabía que estaba a punto de emprender una gran aventura. Pero lo más importante, lo haría con la bondad que siempre había compartido en su mágico bosque.

Continuará…

### Isabella y el Susurro del Viento - Capítulo 2: El Desafío del Laberinto

El sol se ocultó tras las montañas, y las sombras comenzaron a alargarse en el bosque. Isabella, junto con el ciervo de orejas grandes y otros amigos como el pájaro amarillo y un pequeño conejo, se preparaban para enfrentarse al hechicero malvado.
—Debemos encontrar su guarida —dijo Isabella, mirando el mapa que los animales habían dibujado con ramitas y hojas—. Está en el corazón del bosque, más allá del Laberinto de Espinas.
—Pero… ¡el laberinto es peligroso! —exclamó el conejo, temblando un poco—. Hay espinas afiladas y caminos enredados.

Isabella sonrió, sabiendo que el miedo podía ser superado con valor y bondad.

—Sí, pero podemos hacerlo juntos. Cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer. Y debemos mantenernos unidos —dijo con firmeza.
Así, decidieron aventurarse hacia el laberinto. Mientras volaban, una brisa fresca les acariciaba, como si el bosque mismo les estuviera enviando ánimo. Al llegar, un enorme muro de espinas les dio la bienvenida.
—Vaya, es más grande de lo que imaginé —dijo el ciervo, mirándolo con ojos grandes.

—¡No hay tiempo que perder! —gritó el pájaro—. ¡Sigamos el camino!

Isabella tomó aire y se adelantó. Sus alas brillaron con destellos de luz mientras guiaba a sus amigos. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el laberinto estaba lleno de caminos que se cruzaban y se duplicaban, cada uno más enredado que el anterior.
—Uff, esto es confuso —suspiró el conejo, mirando en todas direcciones—. ¿Qué hacemos ahora?
Isabella cerró los ojos un momento, respirando hondo. Entonces, escuchó el suave susurro del viento, que parecía invitarle a seguir su camino.
—Escuchad, amigos —dijo Isabella, abriendo los ojos con una chispa de emoción—. El viento nos guiará. Debemos ser amables y confiar unos en otros.
Justo cuando estaban a punto de avanzar, el camino se llenó de espinas que parecían moverse como si fueran criaturas mágicas.

—¡Oh no! ¿Cómo pasaremos? —gritó el ciervo, asustado.

Isabella pensó rápido.

—¡Esperad! —dijo, y se dirigió al grupo—. Recordad lo que hemos aprendido. La amabilidad puede deshacer cualquier mal.

Entonces, Isabella se acercó a las espinas.

—Queridas espinas —comenzó con voz suave—, no estamos aquí para hacer daño. Solo queremos pasar y ayudar a nuestros amigos en el bosque.
Las espinas temblaron un momento y, para sorpresa de todos, comenzaron a abrirse lentamente, formando un camino claro.

—¡Mira! —gritó el pájaro amarillo—. ¡Lo has logrado, Isabella!

Isabella sonrió y dio un salto de alegría.

—¡Vamos, amigos! —les animó. Avanzaron con pasos lentos, pero seguros, y pronto cruzaron a través del laberinto. El viento les sonrió, llevándoles por el camino correcto.
Sin embargo, al salir del laberinto, se encontraron cara a cara con el hechicero. Tenía un sombrero oscuro y una mirada que congelaba el aire.
—¿Qué hacen aquí, pequeños? —preguntó con una voz rasposa—. Esto es un lugar prohibido.

Isabella, aunque asustada, mantuvo su postura firme.

—Hemos venido a detenerte. Tu maldición ha traído tristeza a nuestro hogar —dijo con valentía.

El hechicero se rió, pero en su risa había un temblor de sorpresa.

—¿Cómo piensas detenerme, pequeña dragona? ¡Nadie puede vencerme!

Isabella miró a sus amigos, recordando la fuerza de la amabilidad.

—Con cariño y amistad, siempre hay esperanza —respondió—. Si decidieras ser amable, tal vez podríamos ayudar a que el bosque vuelva a brillar.
Un giro inesperado ocurrió. El hechicero, aunque malvado, sintió un destello de duda en su corazón. ¿Habría alguna verdad en las palabras de Isabella?

—Tal vez… —murmuró, mirando el brillo en los ojos de la pequeña dragona.

Y así, con el bosque expectante, el destino del hechicero pendía de un hilo, y todos esperaban ansiosos.

Continuará…

### Capítulo Final: La Luz del Cambio

El bosque se detuvo en un silencio tenso. Los ojos de Isabella y de sus amigos estaban fijos en el hechicero, quien parecía atrapado entre la oscuridad de su corazón y la luz de las palabras de la pequeña dragona.
—¿Amabilidad? —dijo el hechicero, sus ojos entrecerrados—. No sé si eso puede cambiar lo que he hecho.
Isabella dio un paso adelante, su cola brillando como un rayo de luz entre las sombras.
—Cuando tú maldeciste nuestro hogar, nuestro bosque se entristeció. Pero la amabilidad tiene un poder que no puedes imaginar. Si decides cambiar, podrías traer alegría de vuelta —dijo con dulzura, como si cada palabra fuera una caricia.
El hechicero la miró con desdén al principio, pero algo en su mirada comenzó a romper el hielo de su corazón. Los animales a su alrededor le dieron fuerzas.
—¿Y si te ayudamos? —preguntó el pájaro amarillo, volando cerca de su cara—. Podemos mostrarte que hay belleza en la bondad.
—Sí, juntos podemos hacerlo —añadió el ciervo, acercándose un poco—. Tu magia puede ser usada para el bien.
La expresión del hechicero cambió sutilmente. A medida que los animales ofrecían su amistad, un brillo de duda parpadeaba en sus ojos oscuros. Isabella respiró hondo, sintiendo que había una pequeña chispa de esperanza.
—Toma mi mano, —dijo ella, extendiendo una de sus pequeñas garras hacia él—. Deja que te enseñemos lo que significa ser parte de esta selva, no un enemigo.
El hechicero dudó un momento, pero cuando sintió la cálida luz de Isabella, un eco del amor que una vez había sentido lo atravesó. Finalmente, dio un paso adelante y tomó la garra de Isabella.

—¿Puedo realmente cambiar? —preguntó, su voz quebrándose.

—Sí —respondió Isabella con firmeza—. Todos podemos cambiar si elegimos ser amables. La bondad es un acto poderoso.
De repente, un viento suave envolvió a todos. Las espinas alrededor se disolvieron en luz, y el hechicero sintió que una nueva magia lo transformaba. Con cada palabra amable que Isabella y sus amigos le ofrecían, la oscuridad en su corazón comenzaba a desvanecerse.
—Lo siento… lo siento mucho —susurró el hechicero, mientras comenzaba a brillar con una luz dorada.
Con un gesto mágico, el hechicero levantó su mano y lanzó un hechizo que revivió el bosque. Las flores comenzaron a brotar, los árboles brillaban como joyas, y la melodía de la vida regresó a la selva. Todo lo que había perdido comenzó a renacer.

—¡Mira, Isabella! —exclamó el conejo—. ¡El bosque está volviendo a brillar!

La alegría resonó en los corazones de todos. Isabella saltó y giró en el aire, su pequeño cuerpo reluciendo como los rayos del sol.
—¡Gracias! —gritó el hechicero, su voz llena de gratitud—. Nunca imaginé que la amabilidad podría cambiarme.
Con el tiempo, el hechicero se convirtió en un guardián del bosque. Con la ayuda de Isabella y sus amigos, comenzó a usar su magia para cuidar de la selva, asegurando que la felicidad de sus habitantes nunca más se viera amenazada.
De aquel día en adelante, el bosque se llenó de locuras, risas y amistad, un lugar donde cada criatura, sin importar cuán pequeña o grande, podía sentir el poder de la bondad.
Isabella, ahora no solo una pequeña dragona, sino la heroína del bosque, siempre recordará la lección más importante de todas: **"Sé siempre amable."**

Y así, rodeados de amor y esperanza, todos vivieron felices para siempre.

FIN.

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