Historia para Fresita

Título: Fresita y el pueblo de luciérnagas

Fresita era un hada muy especial, no solo por su diversidad, sino también por ser una exploradora. A sus dos años, ya había logrado conocer muchos lugares mágicos en el bosque. Un día, mientras volaba con su guacamayo Rio, vio un destello brillante en la distancia y decidió acercarse para investigar.
Mientras se acercaba, el brillo se hacía más y más intenso, hasta que finalmente llegó a un pequeño pueblo de luciérnagas. Las luciérnagas, asombradas al ver a Fresita y su colorido amigo, se reunieron alrededor de ellos.
Fresita se quedó impresionada al ver que esta pequeña comunidad de luciérnagas tenía todo lo que necesitaban: comida, hogares y amigos. Pero lo que más llamó su atención fue la luz que emitían. Las luciérnagas parecían tener más luz de la que necesitaban, y esto llamó la atención de Fresita.

"¿Cómo lo hacen?", preguntó Fresita, admirada.

Las luciérnagas explicaron que compartían la luz para que todos tuvieran suficiente. "No somos codiciosos", dijo la luciérnaga líder. "Nos conformamos con lo que tenemos y lo compartimos para que todos puedan disfrutar".
Fresita se emocionó al escuchar esto y decidió quedarse por un tiempo. Quería aprender de estas luciérnagas, y tal vez enseñarles algunas cosas también. Así que, con la ayuda de Rio, construyó su propia casita en el pueblo de las luciérnagas.
A medida que los días pasaban, Fresita aprendía más y más sobre la vida en comunidad y cómo compartir lo que uno tiene. Al mismo tiempo, enseñaba a las luciérnagas sobre otras partes del bosque y cómo ayudarse mutuamente.
Finalmente, llegó el momento en que Fresita tenía que regresar a su propio hogar en el bosque. Pero no se fue sin antes prometer que volvería a visitar a sus amigos en el pueblo de las luciérnagas.
Fresita se dio cuenta de que nunca había sido más feliz que cuando estaba rodeada de amigos y compartiendo lo que tenía. La moral de la historia era clara: no seas codicioso, confórmate con lo que tienes y comparte con aquellos que te rodean.
Mientras Fresita se despedía del pueblo de las luciérnagas, Rio, su guacamayo, comenzó a actuar de manera extraña. Se puso nervioso y empezó a gritar. "¡Cuidado, Fresita!", gritó Rio, señalando hacia un grupo de murciélagos que se acercaban al pueblo.
Fresita inmediatamente se puso en acción, estaba preocupada por sus amigos luciérnagas. Sabía que los murciélagos se alimentaban de luciérnagas, y si no hacía algo, todos estarían en peligro. Con la ayuda de las luciérnagas, Fresita tuvo una idea. Ordenaron a todas las luciérnagas que brillaran muy fuerte, iluminando el pueblo hasta el punto de cegar a los murciélagos.
Los murciélagos, confundidos, empezaron a volar hacia todos lados y chocaron con los árboles cercanos. Agradecidos, las luciérnagas celebraron a Fresita y a Rio por salvarlos del peligro. La visita de Fresita se convirtió en una historia memorable para todos en el pueblo de las luciérnagas.
Fresita aprendió que, aunque no siempre se puede tener todo lo que se quiere, la amistad y la solidaridad son lo más importante en la vida. Además, aprendió que incluso su amigo animal podría tener un papel fundamental en momentos de peligro.
El día siguiente, Fresita se despidió de sus nuevos amigos en el pueblo de las luciérnagas con tristeza en su corazón. Le encantaría quedarse allí y explorar más, pero sabía que tenía que regresar a su hogar.
"Gracias por todo", dijo Fresita mientras abrazaba a sus amigos luciérnagas. "Me enseñasteis la verdadera lección de la vida".
"Mantén tus ojos abiertos y siempre presta atención a tu alrededor", le dijo uno de los líderes de las luciérnagas. "Y recuerda, nunca seas codicioso. Confórmate con lo que tienes".
Fresita sonrió y se despidió de todos sus amigos. Con Rio en su hombro, comenzaron su viaje de regreso a casa. Mientras caminaba por el bosque, Fresita recordó la lección que había aprendido. A pesar de que todavía le gustaría tener todo lo que quisiera, había aprendido que el amor y la amistad son más valiosos que cualquier cosa material.
Finalmente, llegaron a casa, donde la madre de Fresita los estaba esperando. Miró a Fresita y vio una sonrisa en su rostro, sabía que había aprendido algo importante. "¿Cómo fue tu aventura?" preguntó su madre.
Fresita sonrió. "Fue increíble", dijo. "Aprendí que no siempre puedes tener todo lo que deseas, pero que la amistad y el amor son más importantes que cualquier otra cosa".
Con eso, Fresita se abrazó a su madre y a Rio, sabiendo que había encontrado su camino hacia una vida feliz y llena de significado.

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