En un mundo donde las montañas rozan el cielo y los ríos cantan melodías mágicas, vivía una joven dragón llamada Magdyel. Magdyel era de un color tan oscuro que parecía apenas una sombra, lo que le permitía deslizarse a través de las noche sin ser vista. Sin embargo, Magdyel carecía de valor y confianza en sí misma, a pesar de ser una imponente sombra-dragón.

Le gustaba pasar tiempo en su cueva, perdida en las montañas, donde los rayos del sol no podían encontrarla. Prefería esquivar a los otros dragones que volaban con orgullo, respirando fuego y rugiendo con fuerza. "Soy pequeña, asustadiza y no puedo escupir fuego", susurraba Magdyel mientras se escondía en la oscuridad.

Un día, un estruendo resonó desde las profunidades de su cueva, un sonido tan aterrador que hizo temblar a Magdyel. "¿Qué podría ser eso?", pensó, titubeante. Debatiéndose entre su miedo y la curiosidad, decidió investigar.

Magdyel se adentró aún más en la cueva, descubriendo un monstruo gigantesco que la superaba en tamaño y poder. "¡Pequeña sombra-dragón, dame todo tu oro o te devoraré!", rugió el monstruo. Sin oro que darle y temblando de miedo, Magdyel se encontró frente a un desafío que nunca antes había enfrentado.

Temiendo por su vida, Magdyel comenzó a pensar, "Si quiero sobrevivir, tendré que enfrentar a este monstruo. Debo mostrarme valiente." Decidida y asustada, Magdyel se elevó, sombra contra la oscuridad, y rugió con toda la fuerza que pudo reunir, "¡No te tengo miedo!"

Enfrentada a esta pequeña pero valiente criatura, el monstruo retrocedió, sorprendido. Magdyel, aprovechando su asombro, lanzó su sombra alrededor del monstruo, oscureciendo la cueva. En medio de la confusión, Magdyel escapó de la cueva, dejando atrás al monstruo y su antiguo miedo.

Al emerger a la luz del sol, Magdyel se sintió transformada. Ya no era simplemente una sombra temerosa, sino una sombra-dragón valiente y segura de sí misma. Había enfrentado a un monstruo, a su propio miedo, y había ganado.

Desde aquel día, Magdyel volaba con orgullo por los cielos, ya no oculta en la oscuridad de la noche. Aunque aún era una sombra-dragón, su coraje y confianza brillaban con tanta fuerza que incluso los dragones más grandes la miraban con respeto y admiración.

"Ya no tengo miedo", decía Magdyel, "porque he aprendido que el verdadero valor no está en lo grande que puedes rugir o en cuánto fuego puedes escupir, sino en enfrentar tus miedos y creer en ti mismo". Y así, Magdyel, la pequeña sombra-dragón, se convirtió en una leyenda, un símbolo de coraje y confianza en un mundo lleno de gigantes.