Historia para Analy

Título: Analy y la lámpara de Florence Nightingale

Capítulo 1: La visita a casa de los abuelos

Era una tarde soleada en la casa de los abuelos de Analy. Ella estaba tan emocionada de pasar el día allí con sus primos Lolo y Sofi. Juntos, corrían y jugaban en el jardín, jugando al escondite y al fútbol. Pero pronto, se cansaron y decidieron entrar a jugar a la casa de muñecas de la abuela.
Allí, la abuela les tenía preparado algo especial. "Niños, hoy tenemos una invitada muy especial", dijo la abuela con una gran sonrisa. "La enfermera Florence Nightingale viene a visitarnos para contarnos una historia sobre su increíble invención".
Los ojos de Analy se iluminaron de emoción. "¿Quién es Florence Nightingale?", preguntó. La abuela sonrió y respondió: "Ella es una heroína de la enfermería, que salvó muchas vidas durante la Guerra de Crimea. Y también inventó algo muy especial para ayudar a los soldados heridos".
Los niños se quedaron boquiabiertos, sin saber qué esperar. Pronto, la puerta se abrió y entró una mujer mayor, vestida con su uniforme de enfermera. La abuela les presentó a Florence Nightingale, quien sonrió cálidamente y se acercó a ellos.
"¡Hola a todos!", dijo Florence con una sonrisa. "Estoy aquí para compartir una historia sobre mi famosa invención, la lámpara de noche". Con eso, los niños se acercaron para escuchar atentamente la historia de Florence Nightingale.

Capítulo 2: La búsqueda de la lámpara

Después de escuchar la historia de Florence Nightingale, Analy, Lolo y Sofi estaban llenos de emoción y admiración por la enfermera. "¡Es tan valiente y lista!", exclamó Sofi mientras jugaban con sus muñecas.
Analy pensó en la lámpara de Florence Nightingale y cómo había ayudado a tantos soldados heridos. "Me pregunto si todavía existe", dijo Analy en voz alta.
La abuela, que había estado escuchando a los niños, respondió: "Creo que la lámpara todavía existe, pero puede ser difícil de encontrar. Se perdió hace muchos años".
Los niños se miraron unos a otros, un poco decepcionados. Pero Analy no se dio por vencida. "¿Podemos buscarla?" preguntó con determinación.

La abuela sonrió. "¡Por supuesto! Será como una búsqueda del tesoro".

Así, los niños comenzaron su aventura en busca de la lámpara de Florence Nightingale. Miraron en cada rincón de la casa de los abuelos, buscando en cajones y armarios, pero no había rastro de la lámpara.

"¿Dónde más podríamos buscar?" preguntó Lolo.

Analy pensó por un momento. "Tal vez en la casa del árbol", sugirió. "Es un lugar especial para los abuelos y puede ser que la hayan guardado allí".
Los niños corrieron hacia la casa del árbol, pero se detuvieron abruptamente cuando vieron la puerta cerrada con llave. "Oh no", dijo Sofi, con tristeza. "¿Cómo conseguiremos la llave?".
Justo entonces, sintieron una brisa suave en sus caras y se dieron cuenta de que habían estado tan concentrados buscando la llave que no se habían dado cuenta de que había comenzado a soplar un fuerte viento. Se miraron extrañados y decidieron buscar la llave más tarde, ya que el clima no permitiría continuar su búsqueda.
Los niños regresaron a la casa de los abuelos, decepcionados y cansados. Pero Analy no quería darse por vencida. Se sentó con la abuela y le explicó cómo la lámpara de Florence Nightingale podría ayudar a los enfermos de su ciudad.
La abuela sonrió y sacó una caja del armario. "¿Estás buscando esto?", preguntó, sacando la lámpara de Florence Nightingale de la caja.

Los niños se quedaron boquiabiertos. "¿Cómo la conseguiste?", preguntó Lolo.

"La encontré en un mercadillo años atrás, y supe que debía guardarla para una ocasión especial como esta", respondió la abuela.
Analy tomó la lámpara en sus manos y la sostuvo, maravillada por su historia. "¡Podemos llevarla a nuestro hospital local y ayudar a los enfermos!", exclamó emocionada.
Los niños corrieron al hospital y entregaron la lámpara al personal. Todos se emocionaron al ver la lámpara de Florence Nightingale, y pronto comenzaron a usarla para ayudar a los enfermos en las habitaciones más oscuras.
Analy y sus amigos se sintieron muy orgullosos de haber encontrado la lámpara y de haber ayudado a los enfermos. Y en ese momento, supieron que nunca debían rendirse en su búsqueda del bienestar de los demás.

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