Historia para Victoria, Gaia, Samuel, Arturo

Título: Ada Lovelace y su máquina de la imaginación

Érase una vez, en la bulliciosa ciudad de Jardín, la brillante Ada Lovelace reunió a un grupo de niños curiosos debajo de un imponente roble. Con un brillo en sus ojos y una sonrisa traviesa en su rostro, les mostró su última invención: una máquina extraordinaria capaz de transformar la imaginación en realidad.

"¿Qué es una máquina?" preguntó Victoria, la más pequeña del grupo.

"Es un objeto que hace cosas para nosotros", explicó Ada. "Esta máquina es especial. Puedes cerrar los ojos y pensar en cualquier cosa que quieras, y ella la hará realidad".
Los ojos de los niños se iluminaron de emoción, y Ada les invitó a subir a la máquina. Con un zumbido suave, la máquina se puso en marcha, y de repente, los niños se encontraron en un lugar completamente nuevo.
"¡Guau! ¡Estamos en el espacio!" exclamó Samuel, maravillado por las estrellas y los planetas a su alrededor.
"¡Y miren! ¡Hay dinosaurios!" señaló Gaia, apuntando hacia una manada de criaturas gigantes.
Ada sonrió, feliz de ver la imaginación de los niños correr libremente. "Ahora, ¿qué les gustaría hacer?" preguntó.
"¡Quiero construir un castillo!" dijo Arturo, inspirado por el paisaje épico del espacio.
Y así, con un poco de imaginación y la ayuda de la máquina de Ada, los niños construyeron un castillo impresionante y lo defendieron contra un ejército de robots malvados.
Cuando la aventura llegó a su fin, Ada llevó a los niños de vuelta al árbol donde habían comenzado. "¿Ven chicos? La imaginación puede llevarte a cualquier parte", les dijo. "Y juntos, podemos hacer cosas increíbles".
Los niños se miraron entre sí con asombro, sabiendo que habían descubierto algo especial gracias a Ada Lovelace y su máquina de la imaginación.
Pero la alegría fue interrumpida por un fuerte estruendo. Los niños se sobresaltaron y buscaron la fuente del ruido. Ada levantó su dedo en señal de silencio y los guió hacia un arbusto cercano. Allí, vieron a un pequeño pajarito atrapado en una rama.

"¿Qué podemos hacer para ayudarlo?" preguntó Gaia.

"¡Podemos usar la máquina de Ada para salvarlo!" exclamó Samuel.

Pero cuando intentaron activar la máquina, nada sucedió. El engranaje central estaba suelto y necesitaba ser reparado.

"¡Oh no! ¿Cómo podemos arreglarlo?" preguntó Victoria.

"No te preocupes, chicos. Podemos arreglarlo juntos", respondió Ada.

Los niños se unieron, cada uno aportando su propia idea, hasta que finalmente, encontraron una solución ingeniosa. Con un poco de ingenio, lograron arreglar la máquina y salvar al pequeño pajarito.

"¡Lo hicimos!" exclamó Arturo, feliz de haber ayudado.

Pero cuando se volvieron para agradecer a Ada, se encontraron con que ella se había desvanecido en la nada.

"¿Dónde se fue Ada?" preguntó Victoria, preocupada.

"Creo que Ada era un angelito que vino a ayudarnos", dijo Gaia, sonriendo.

Los niños se dieron cuenta de que aunque Ada había desaparecido, su legado seguía vivo en su máquina y en la imaginación que había inspirado en ellos. Y con eso, continuaron explorando el mundo, creando, inventando y soñando más allá de lo que nunca habían imaginado posible.
Los niños estaban llenos de alegría después de salvar al pajarito y de haber arreglado la máquina de Ada. Continuaron trabajando juntos durante horas, creando cosas nuevas y emocionantes con la ayuda de la máquina. Cuando finalmente se cansaron, se acostaron bajo el árbol y observaron el cielo.
"Estoy agradecido por Ada y su máquina", dijo Samuel. "Ahora puedo crear cualquier cosa que se me ocurra".
"Sí", dijo Victoria. "Y sé que siempre podemos ayudar a alguien necesitado con esta máquina".
"Creo que Ada estaría orgullosa de nosotros", dijo Gaia. "Ella nos enseñó que podemos hacer cualquier cosa si usamos nuestra imaginación".
"Mientras tengamos la máquina y nuestro ingenio, nunca dejaremos de crear cosas nuevas", dijo Arturo.
Los niños se sonrieron el uno al otro, sabiendo que habían forjado una amistad inquebrantable gracias a su aventura con Ada y su máquina. Y así, continuaron soñando y creando juntos bajo el árbol gigantesco, inspirados por las enseñanzas de Ada Lovelace y su legado inventivo.

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