Historia para Sophi & Elena

### Capítulo 1: El Bosque de los Susurros

En un reino encantado, donde los árboles cantaban melodías dulces y los ríos brillaban como diamantes bajo el sol, había un bello castillo rodeado de flores de todos los colores. Este era el hogar de la hermosa princesa Bella Durmiente, conocida por su cabello dorado que brillaba como el oro y por sus ojos azules que reflejaban el cielo. Desde su ventana, Bella disfrutaba de las suaves melodías que el viento traía, aunque había un misterio que la intrigaba: ¿por qué a veces el viento susurraba su nombre?
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Bella tropezó con algo brillante en el suelo. Era un pequeño locket, adornado con piedras preciosas que centelleaban como estrellas. Con el corazón palpitante, lo recogió y, al abrirlo, sintió una suave brisa acariciar su rostro. “¿Qué será esto?”, murmuró, mirando hacia el cielo azul.
En una aldea próxima, dos hermanitas jugaban en un prado lleno de flores silvestres. Sophi, de siete años, con su largo cabello rosa que danzaba con el viento, y su hermana Elena, de cinco, con sus rizos púrpuras que brillaban bajo el sol. Ambas compartían un amor inmenso por la música, los animales y las aventuras. “¿Te imaginas ser princesas de un reino mágico?”, le susurró Sophi a Elena mientras giraban y reían.
“¡Sí! ¡Y bailar con los ciervos y cantar con los pájaros!”, respondió Elena, sus ojos oscuros brillando de emoción.
Un día, mientras jugaban, escucharon rumores sobre la misteriosa princesa del castillo y su extraño locket. “¡Debemos ayudarla!”, dijo Sophi con determinación. “Quizás este locket tenga poderes mágicos.” Elena asintió con entusiasmo, y juntas decidieron ir al bosque para descubrir la verdad.
Al llegar al lugar donde Bella había encontrado el locket, notaron un brillo en el aire. Fue entonces que se encontraron con la princesa, quien sonreía mientras sostenía el locket en sus manos. “Hola, soy Bella. ¿Quiénes son ustedes?”, preguntó curiosa.
“¡Yo soy Sophi!”, exclamó la mayor. “Y ella es mi hermana Elena. Hemos venido a ver qué es ese locket tan especial.”
Bella miró el locket y, mientras lo hacía, una suave brisa llenó el aire. “Es mágico, estoy segura. El viento me ha contado que debe haber una canción escondida dentro de él. Una canción que puede despertar a los que duermen en el bosque.”
“¿Despertar a los que duermen?” preguntó Elena, con ojos muy abiertos. “¿Qué significa eso?”
La princesa se puso seria. “El viento me dijo que hay seres dormidos que necesitan nuestra ayuda. Pero, hay un problema. Un malvado hechicero llamado Moros también quiere el locket para sí mismo.”
Las tres chicas se miraron, llenas de emoción y un poco de miedo. “Necesitamos encontrar esa canción antes que él”, dijo Sophi, apretando su puño con valentía. “¡Juntas podemos hacerlo!”
Y así, bajo un gran árbol que parecía hablar, comenzaron su aventura. El árbol, con una voz profunda y amistosa, les dijo: “¡Hola! Soy el Guardián del Viento. Para encontrar la Canción del Viento, deben buscar pistas que están escondidas en la naturaleza. Recuerden, la unión las hará fuertes.”
De repente, un susurro oscuro recorrió el aire. Sophi se giró y vio una sombra acechante. “¿Qué fue eso?” preguntó, con la voz temblorosa.
“Es Moros”, dijo Bella, con los ojos muy abiertos. “Debemos ser rápidas. Él no parará hasta tener el locket en sus manos.”
Y así, cargadas de valor y determinación, las tres amigas se lanzaron a la aventura, buscando las notas de la canción en un mundo lleno de colores y melodías. Cada paso que daban, cada rayo de sol que tocaba sus rostros, las llenaba de esperanza y emoción. Pero sabían que el camino no sería fácil, y que tendrían que enfrentarse a muchos desafíos antes de encontrar lo que buscaban.
¿Qué sorpresas les aguardaban en su búsqueda? ¿Lograrían proteger el locket del malvado hechicero? La aventura apenas comenzaba…
El aire del bosque estaba lleno de magia. Las hojas brillaban como joyas, y los pájaros cantaban melodías que hacían danzar a las flores. Sophi, Elena y Bella estaban juntas, con el locket iluminando sus corazones y la esperanza brillando en sus ojos.
“¡Ya casi lo tenemos!” gritó Sophi, saltando de alegría. “Solo necesitamos una nota más, la más importante de todas: la nota del viento.”
Elena aplaudió emocionada. “¡Vamos a encontrarla! El Guardián del Viento dijo que estaba escondida en el lugar más alto del bosque.”
“¡Sigamos adelante!” exclamó Bella, con su cabello dorado brillando a la luz del sol. Juntas, las tres amigas se dieron la mano y comenzaron a caminar hacia la colina más alta del bosque.
Mientras subían, escucharon un suave susurro. Era el viento, que parecía guiarlas. “Sopla y canta, amigas,” decía el viento, “la canción está cerca, solo deben creer.”
Al llegar a la cima de la colina, vieron un hermoso árbol de hojas doradas. “¡Mira!” dijo Sophi, señalando con su dedo. “¡Es el árbol mágico que nos habló antes!”
El árbol se movió suavemente, como si estuviera respirando. “Bienvenidas, valientes niñas,” dijo el árbol con una voz suave. “Para encontrar la última nota, deben demostrar su amistad.”

“¿Cómo lo hacemos?” preguntó Elena, con los ojos llenos de curiosidad.

“Debes compartir un secreto, algo que los haga unirte aún más,” respondió el árbol. Las tres amigas se miraron, pensando en lo que podían compartir.
“Yo tengo un secreto,” dijo Sophi, con una sonrisa traviesa. “¡Soy una princesa en mi corazón!” Las otras dos rieron. “¡Nos encantaría ser princesas!” exclamó Elena.
“Yo también tengo un secreto,” añadió Bella. “Sueño con bailar en un gran palacio con todos mis amigos.”
“Y yo,” dijo Elena, “quiero cuidar de los animales y hacer que todos sean felices.” Las tres rieron y se abrazaron. En ese momento, el árbol comenzó a brillar, y una suave brisa sopló entre ellos.
“Eso fue hermoso. La amistad es la verdadera magia,” dijo el árbol, y de sus ramas cayó una pequeña nota brillante, la última de la Canción del Viento.
“¡Lo logramos!” gritaron las chicas, llenas de alegría. Con el locket en mano, comenzaron a cantar juntas. Sus voces se unieron en una melodía dulce que llenó el aire, y cada nota danzaba como mariposas.
El viento escuchó la canción y, como si tuviera vida propia, comenzó a soplar con fuerza. Las nubes se abrieron, y un rayo de luz iluminó el bosque. Los árboles se movían al ritmo de la música, y los animales se unieron a ellas, saltando y bailando con alegría.
Pero de repente, una sombra oscura apareció. Era Moros, el malvado hechicero, con su capa negra ondeando con el viento. “¡Detengan esa música!” gritó furioso.
“¡No lo haremos!” respondieron las tres amigas, unidas y fuertes. Mientras Bella seguía cantando, Sophi y Elena se unieron al coro, llenando el aire de valentía.
“¡La Canción del Viento es más poderosa que tú!” gritó Sophi. “No nos vencerás.”
Moros, al escuchar la melodía, se sintió atrapado en su propia oscuridad. Cada nota que cantaban las niñas iluminaba su corazón y lo hacía temblar. “¡No! ¡No pueden hacerme esto!” chilló, mientras el viento lo envolvía.
La canción creció en intensidad, y de repente, una luz brillante estalló. Moros gritó y desapareció, atrapado en su propia sombra. El bosque estalló en un espectáculo de colores, con flores floreciendo y animales saltando de felicidad.

“¡Lo hicimos!” gritaron las chicas, abrazándose con fuerza. “Lo vencimos.”

“Y ahora el reino es libre,” dijo Bella, con una gran sonrisa. Los animales a su alrededor aplaudían, y el viento soplaba con suavidad, como si también celebrara su victoria.
Sophi, Elena y Bella bailaron bajo el sol, riendo y disfrutando del momento. “Este locket siempre será un símbolo de nuestra amistad,” dijo Sophi, acariciando el locket brillante.
“Y siempre recordaremos que juntas somos fuertes,” añadió Elena, mirando a sus amigas con amor.
Desde ese día, en el reino encantado, la música llenó el aire y la risa de las tres amigas resonó en todo el bosque. Sophi, Elena y Bella se convirtieron en leyendas, mostrando a todos que la amistad y la valentía pueden vencer a cualquier sombra.
Y así, el locket mágico se guardó en un lugar especial, recordando a todos que, con amor y unión, pueden vivir aventuras eternas. Y vivieron felices para siempre, en un reino donde el viento susurraba canciones de esperanza y alegría.

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